Lo que es del César no es de Dios


















Para el día de hoy (02/06/20):  

Evangelio según San Marcos 12, 13-17






De acuerdo a los postulados de la lógica clásica, una falacia es un razonamiento que bajo la apariencia de exactitud y validez induce a error.
Estos argumentos o silogismos han sido y siguen siendo de amplia utilización a través de la historia; son útiles a la hora de convalidar posturas inválidas, razones de poder y el siempre temible autoengaño, ése mismo que solemos estructurar para disipar miedos y articular comodidades.

En estos tenores, se desenvuelve la discusión acerca de los tributos que nos relata la Palabra para el día de hoy. Fariseos y herodianos se acercan al Maestro con aparente respeto, y el argumento vertido no puede ser más peligroso: en el caso de que Jesús hubiera respondido que el tributo al Imperio no debía pagarse por parte del pueblo de Israel, se ubicaría en una abierta situación de sedición frente a la potencia ocupante de la Palestina de aquel entonces, y ello suponía la cárcel y la ejecución. Por otro lado, si consintiera el impuesto daría pié a la reprobación del pueblo que escuchaba con atención sus palabras, por pretender justificar la validez del tributo de una nación que sólo rendía pleitesía y culto a su Dios, y no al emperador, el César deificado en los denarios de uso corriente.

Pero el Reino de Dios inaugurado y propuesto por Jesús de Nazareth se desenvuelve en otro nivel de razones y co-razones. La falacia -el argumento que conduce a la falta de verdad, al error- es seguir pensando y arguyendo en el plano del dinero y del tributo. Sea cual fuere el destinatario de esos impuestos -que agobiaban a los campesinos judíos-, el problema discurre por otro lado. El dinero siempre es causa de opresión en tanto que se vuelve fin y valor en sí mismo, cuando se absolutiza, cuando es valúa más allá de su carácter meramente instrumental.
Por eso el Maestro afirma que es imprescindible dar al César -devolver al emperador- lo que le pertenece, es decir, el materialismo que agobia, el poder que oprime, los falsos dioses a los que se rinde culto, la miseria y la explotación justificadas. Nada de ello nos es desconocido: en esos denarios hoy veríamos el rostro cruel del emperador Mercado, que a tantos sojuzga y que en su nombre se justifican dolor y pobreza, las ofensas del desempleo, las injurias del abandono de los más débiles y pequeños.

No se trata entonces de presentar propuestas alternativas a las situaciones de crisis de nuestro tiempo o de cualquier tiempo; ésa precisamente sería la lógica de fariseos o herodianos.
Se trata quizás de recrearnos en la ilógica de la Gracia, pues de Dios son la solidaridad y la justicia, la fraternidad y el desinterés, la preocupación por el otro, la vida plena. Cuando la Iglesia se embarca en estas discusiones, vuelve a someterse erróneamente al imperio del dinero, y reniega de ese Espíritu que siempre sopla y empuja la vida.

Hemos de retribuir al Dios de la Vida tanto bondad que nos dispensa con frutos santos de compasión, de solidaridad y de misericordia, tributos de socorro y de generosidad que son el culto verdadero, en los templos vivos de nuestras hermanas y hermanos lastimados.

Paz y Bien

1 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Excelente. Muy buena y clara. Espero que por la Gracia de Dios dé frutos en el corazón de los hombres abiertos a la verdad y a la Gracia del Espíritu Santo.

Un fuerte abrazo en Xto. Jesús.

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