Eucaristía, mesa fraterna de gratitud
















Para el día de hoy (19/01/19): 

Evangelio según San Marcos 2, 13-17











Dentro de la sociedad judía del siglo I, los publicanos estaban ubicados en un estrato complicado: siendo judíos, recaudaban impuestos para el ocupante imperial romano, para el invasor, para el opresor. Ello implicaba, claro está, una indignidad insoportable, un publicano es ante todo un infame traidor; pero además, para las rigurosas leyes de pureza ritual, su contacto habitual con extranjeros -y con el dinero foráneo- lo volvía un impuro absoluto, con lo cual el publicano estaba segregado de toda vida social, comunitaria y religiosa.
Pero eso no era todo. Algunos publicanos se aprovechaban de la autoridad delegada que detentaban, y mediante prácticas extorsivas, abusaban de su poder en desmedro de sus propios paisanos, lo que les valía un odio generalizado de sus compatriotas, y una vida limitada a sus pares, a otros publicanos. La conciencia general los ubicaba un escalón moral por debajo de las prostitutas.

Jesús de Nazareth ha salido a los caminos, a los pueblos y ciudades a proclamar la Buena Noticia. Las gentes acuden a Él como una marea constante.
Sin embargo, Cristo no se deja atrapar por ciertas mieles del éxito, ni permite que algunos se apropie de su persona. Él, que es camino, verdad y vida, sabe como nadie que hay que moverse, salir de sí mismo, esencia del amor de Dios que sale al encuentro de la humanidad.

Es Cristo que pasa por la orilla, el Salvador que pasa por la existencia, en lo cotidiano, porque de Dios son todas las primacías, la iniciativa redentora que todo lo transforma.
El Cristo que pasa sabe mirar y ver en las honduras de los corazones. Sabe quién es y qué hace Leví, cual es la realidad de su presente pero más aún, tiene una mirada creadora para comprender que puede haber un futuro distinto, nuevo y santo en su compañía.

Para Cristo no influirán los antecedentes de Leví, sino la misericordia de Dios que se expresa en una invitación asombrosa a seguirle, a dejar las mesas en donde se tributa la muerte y la corrupción.
Luego habrá mesas, mesas fraternas de gratitud, eucaristías por ese Cristo que tanto bien ha hecho, aunque almas mezquinas se deshagan en críticas furibundas, pues presuponen que nadie puede cambiar, que todo está escrito y es definitivo, que rechazan a un Mesías que ha venido a buscar a los extraviados, a sanar a los enfermos, a congregar a los dispersos en la mejor de las noticias, el amor que Dios nos tiene.

Paz y Bien

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