Espíritu Santo, aliento firme de nuestra vocación pascual











Para el día de hoy (10/05/18):  

Evangelio según San Juan 16, 16-20









La linealidad es terrible; en tanto que mirada literal, niega cualquier posibilidad simbólica y, por lo tanto, toda trascendencia, todo nivel de profundidad. Afecta todos los órdenes de la vida, pero es más gravosa sobre la vida religiosa, la vida de fé, y de allí que la linealidad es causal de todos los fundamentalismos, tan acérrimos, excluyentes y violentos.

Así, la linealidad indicaría que la Pasión de Cristo es el final, un final horroroso revestido de derrota, y esa Última Cena sólo una despedida triste antes del contundente final. Razones no han de faltar: la propia ausencia del Maestro socava la estabilidad y las esperanzas de los discípulos, y todo se les hace ocaso sin término.

La invitación del Maestro sigue vigente desde esa noche. Se trata de no quedarse, de atreverse a la insondable aventura de la fé que es don y misterio de Dios, una fé que nos moviliza, nos despierta, un Espíritu que nos encamina a atravesar las apariencias de la Pasión y como hombres y mujeres pascuales llegar al feliz puerto de la Ascensión, con nuevo rostro y con un corazón re-creado por el Espíritu del Resucitado.

Esa vocación pascual es la que nos hace atravesar todos los escollos, que nó eludirlos. Darle a cada cosa su importancia, inclusive a aquello que aparezca nimio o banal. Confiar, jamás dejar de confiar, porque en cada cruz del camino, en cada lágrima vertida hay en germen un día distinto, una alegría que se incuba, una muerte que no define ni decide las cosas porque la vida prevalece.

Es a través de la fé que se nos ha concedido y que debemos cuidar como un regalo valiosísimo que podemos descubrir la presencia misteriosa de Cristo en lo cotidiano, un Cristo que se ha ido para quedarse de manera más perfecta, misterio entretejido con la realidad perfumada de esperanza.
Y así, mujeres y hombres de la Pascua, volvernos señales vivientes del amor de Dios, evangelios vivos que palpitan buenas noticias en el mundo.

Paz y Bien


1 comentarios:

María C. dijo...
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