La cruz, el amor escandaloso














Para el día de hoy (04/05/18):  

Evangelio según San Juan 15, 12-17








Es necesario andarse con cuidado; siempre hay una persistente tendencia a ponerle edulcorante a la contundencia de las palabras del Maestro, hacerla más ligera, que no molesta, duela o comprometa, pues la lectura que hoy nos comvoca se ubica a la sombra de la cruz, con todo su horror pero más aún, como signo perfecto del amor mayor.

La otra advertencia que deberíamos señalarnos es que Jesús de Nazareth no propone una alternativa relacional más, ni tampoco un nuevo paradigma religioso en el sentido usual, es decir, un canon de doctrinas a las que adherir, una lista de preceptos a cumplir y un culto específico y regulado. Más allá de todo ello, el Maestro es obediente hasta los huesos al Padre que le envía en sintonía eterna de amor al rescate de toda la creación. Por eso la revelación mayor es, precisamente, el rostro amoroso del Padre.

A ese amor no se le puede poner límites, ni se lo puede encuadrar, limitar. Tampoco, quizás, interpretarlo. Se lo vive, se lo recibe como bendición cotidiana, bendición que restaura, redime, transforma y nos vuelve cada vez más humanos.
Porque ese amor es escandaloso: gratuito, incondicional, que incluye a todos y no conoce límites. No hay segundas intenciones, sólo la felicidad, la plenitud de los hijos de un Padre que se des-vive por todos, que jamás descansa, que nos busca en cada recodo, a cada paso.

En este mundo en donde todo parece tener precio o intereses oscuros, y en donde todo se estructura en escalones de mayor a menor, Dios nos sale al encuentro en Cristo para que nos descubramos queridísimos hijos suyos y hermanos inquebrantables de una familia siempre creciente.


Paz y Bien

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