Ascensión del Señor, promesa y certeza de plenitud











La Ascensión del Señor - Solemnidad

Para el día de hoy (13/05/18):  

Evangelio según San Marcos 16, 15-20








Por el simple hecho de depender de nuestras limitaciones racionales, solemos utilizar categorías como arriba, abajo, ascenso, descenso con tenores admirativos y a menudo peyorativos. Es decir, hacia arriba está el cielo, hacia abajo la perdición, la condena, lo que no es de Dios.
Conforme a ello -que no está del todo mal-, solemos caer en cierto vicio religioso esquemático que es el de creer en un Mesías y en un Dios abstracto, que habita en lejanías casi inaccesibles a las que, luego de una vida piadosa y ajustada a la fé, se podrá acceder únicamente post mortem.

Pero la comunidad cristiana celebra al Resucitado que está a la diestra de Dios y que es Dios mismo, y celebra porque su ausencia física implica, extrañamente, una presencia rotunda y definitiva en medio de los suyos.
Y que su Dios no está tan lejos. Su Dios está amorosamente entretejido entre los pliegues de la historia humana, pura donación, ofrenda de sí mismo. Por eso celebramos a ese Cristo que es nuestro rey, nuestro hermano y nuestro Señor en el cielo que se expande en nuestros corazones, pero no perdemos la vista la horizontalidad, al hermano y a la creación, pues todos hemos salido de los albores bondadosos del Padre y a Él todo debe regresar en reencuentro para su realización total.
Porque Ascensión es promesa y certeza de plenitud, de felicidad, de vidas mínimas que vuelan hacia el absoluto del Creador.

El compromiso devengado puede atemorizar con ciertos ribetes lógicos: la tarea es enorme, los obreros pocos. Pero lo aparentemente inverosímil se transforma desde la confianza, matriz de la fé que es don y misterio. Porque con todo y a pesar de todo y de todos, de lo que somos, de nuestros quebrantos y limitaciones, Dios sigue creyendo en nosotros, en asombrosa desproporción con la confianza que solemos depositar a sus pies, en la ilógica de canastos llenos y vino abundante de la Gracia.

La Ascensión del Señor es la confianza de que continuaremos su tarea de bendición, otros Cristo por estos extramuros de la existencia.
Se trata de ser portadores felices de bendición a toda la creación, a todo el universo.
Bendición es bien decir, ratificando a cada paso que seguimos aferrados más allá de toda especulación a la fuerza tenaz y a la vez humilde de la Palabra, una Palabra que todo puede transformarlo para bien, las gentes, la naturaleza, el cosmos.

Lo que el poder utiliza en provecho propio y en desmedro de tantos, puede y debe cambiarse desde el poder de la Buena Noticia.

Por más demonios divisorios -ídolos del miedo- que se multipliquen, por más que quieran imponerse los lenguajes únicos del poder y del dinero, por más que el veneno del desaliento y la ponzoña de la soledad nos recorran, todo puede suceder para bien. Para mayor gloria de Dios.

Paz y Bien

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