Espíritu Santo, fuerza transformadora de la existencia












Para el día de hoy (09/05/18):  

Evangelio según San Juan 16, 12-15









Todo tiene su tiempo de crecimiento, de germinación, su progresividad, y requiere paciencia y el gusto inmenso de vivir en plenitud cada paso dado, porque aunque se peregrine en el desierto, se vislumbra como llegada la liberación, la tierra prometida de las alegrías.
Y aunque nunca -jamás- los medios justifican los fines, el horizonte confiere sentido pleno a todo andar.

La fé cristiana no es la adhesión a una idea, a una categoría filosófica, a un concepto ideológico, sino más bien y ante todo el conocimiento transformador de una persona, Jesús de Nazarerh, Dios con nosotros, nacido de mujer, crucificado y resucitado de entre los muertos.
Así entonces la verdad es Cristo, y la verdad en su plenitud es el conocimiento profundo y creciente de su infinitud, de su eternidad, de su enseñanza reveladora de Dios. Pues el único modo de acceder al Dios del universo es por Cristo.

Regresando por un momento al postulado inicial, es menester desterrar las ansias de instantaneidad, los desvelos por descubrir clicks religiosos que nos resuelvan todo. La sal de la vida, ese descubrir a Cristo, acontece cada día, a cada momento, y no depende tanto de los esfuerzos empeñados sino antes bien de la acción del Espíritu del propio Resucitado, Espíritu de la verdad de Cristo, que es la verdad de Dios, Espíritu que nos conduce de la mano como a niños que apenas comienzan a erguirse en pié y dan sus primeros pasos vacilantes, para enderezarnos como mujeres y hombres plenos hacia la Salvación.
No valen tanto los esfuerzos como el permitirnos escuchar con atención, como el dejarse conducir por ese Espiritu que todo lo vuelve fecundo.

La persona del Redentor no se agota ni en la mejor o más profunda de las teologías o espiritualidades. Mucho menos, en esta vida tan limitada. Mucho menos en afanes individuales. Siempre el conocimiento se expande en comunidad, de allí el carácter sacramental de la familia cristiana.

El Espíritu de la verdad es la fuerza transformadora de toda existencia, y es la clave de todo destino que se quiera edificar, pues fecunda de profunda alegría todos y cada uno de los días de la existencia.

Paz y Bien

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