Para el día de hoy (04/09/17)
Evangelio según San Lucas 4, 16-30
Sábado en una pequeña aldea campesina, patria chica y querencia del Maestro. En aquella Nazareth quizás se vivían con mayor intensidad las ansias mesiánicas: tantos siglos de opresión en Israel, tanto tiempo de soportar la bota romana hollando la Tierra Santa, tantos sufrimientos, tanta miseria impuesta, tanta humillación continuada. Y la pobreza campeando por el lugar sin reversión ni posibilidad de cambio.
En tiempos así, los pueblos a menudo se aferran a sus hombres de mirada lejana, en la esperanza de adivinar e intuír un futuro mejor. Esos hombres de vista profunda, en Israel, son los profetas, voceros santos de un Dios que no los abandona.
El Shabbat es muy importante, pues significa el merecido descanso reparador que propicia el reencuentro familiar, el sanar lazos quebrantados, el reposo, el reencuentro con Dios y su Palabra en la sinagoga. Allí todo varón judío tenía el derecho -y el honor- de leer y comentar un pasaje de las Escrituras; ello sucede con más frescura en los pueblos como Nazareth, donde no abundan los doctos, sino que quien comentará los ecos que le suscita la Palabra de Dios será tu vecino, tu pariente, tu amigo.
Jesús de Nazareth es un fiel hijo de su pueblo, de su cultura, religión y tradiciones, y hace uso de ese derecho.
Los ojos de sus paisanos están fijos en Él: lo han visto crecer y jugar con otros niños, hacerse hombre en el mismo oficio de su padre artesano, José de Nazareth, y no esperan otra respuesta que no sea en esa sintonía, en ese tenor.
Pero el Maestro a todos sorprende, pues desde la Palabra de Dios reinterpreta toda la historia de su pueblo y amplía horizontes y fronteras. Más aún, descubre y revela que el río caudaloso del paso salvador del Dios de Israel desemboca en su Persona, en un presente que se hace eternidad.
Porque la Salvación acontece aquí y ahora, la Salvación es hoy, la Salvación es Buena Noticia para todos los que sólo conocen noticias malas o nefastas -los más pobres, los olvidados-, es liberación para los cautivos, para que regresen a casa, luz para los que andan en tinieblas, ruptura de todas las cadenas que oprimen en inhumanidad, y el anuncio e inauguración del jubileo, del año eterno de la Gracia y la Misericordia para el pueblo de Israel y para todos los pueblos del mundo, porque en Cristo se entrecruza el tiempo y la eternidad, Palabra de Dios hecha carne, urdimbre santa de Dios y el hombre que no se deja atrapar por nada ni nadie pero que asombrosamente se ofrece incondicionalmente a todos, pasando por en medio de aquellos que violentamente pretenden apropiarse de ella en talante propietario que nó de servidor.
Santo y necesario, justo y feliz es releer la historia de cada pueblo y la propia historia personal descubriendo el paso salvador de Dios a cada instante, y reconocernos en la bondad de la mano extendida de ese Cristo que nos rescata.
Paz y Bien
En tiempos así, los pueblos a menudo se aferran a sus hombres de mirada lejana, en la esperanza de adivinar e intuír un futuro mejor. Esos hombres de vista profunda, en Israel, son los profetas, voceros santos de un Dios que no los abandona.
El Shabbat es muy importante, pues significa el merecido descanso reparador que propicia el reencuentro familiar, el sanar lazos quebrantados, el reposo, el reencuentro con Dios y su Palabra en la sinagoga. Allí todo varón judío tenía el derecho -y el honor- de leer y comentar un pasaje de las Escrituras; ello sucede con más frescura en los pueblos como Nazareth, donde no abundan los doctos, sino que quien comentará los ecos que le suscita la Palabra de Dios será tu vecino, tu pariente, tu amigo.
Jesús de Nazareth es un fiel hijo de su pueblo, de su cultura, religión y tradiciones, y hace uso de ese derecho.
Los ojos de sus paisanos están fijos en Él: lo han visto crecer y jugar con otros niños, hacerse hombre en el mismo oficio de su padre artesano, José de Nazareth, y no esperan otra respuesta que no sea en esa sintonía, en ese tenor.
Pero el Maestro a todos sorprende, pues desde la Palabra de Dios reinterpreta toda la historia de su pueblo y amplía horizontes y fronteras. Más aún, descubre y revela que el río caudaloso del paso salvador del Dios de Israel desemboca en su Persona, en un presente que se hace eternidad.
Porque la Salvación acontece aquí y ahora, la Salvación es hoy, la Salvación es Buena Noticia para todos los que sólo conocen noticias malas o nefastas -los más pobres, los olvidados-, es liberación para los cautivos, para que regresen a casa, luz para los que andan en tinieblas, ruptura de todas las cadenas que oprimen en inhumanidad, y el anuncio e inauguración del jubileo, del año eterno de la Gracia y la Misericordia para el pueblo de Israel y para todos los pueblos del mundo, porque en Cristo se entrecruza el tiempo y la eternidad, Palabra de Dios hecha carne, urdimbre santa de Dios y el hombre que no se deja atrapar por nada ni nadie pero que asombrosamente se ofrece incondicionalmente a todos, pasando por en medio de aquellos que violentamente pretenden apropiarse de ella en talante propietario que nó de servidor.
Santo y necesario, justo y feliz es releer la historia de cada pueblo y la propia historia personal descubriendo el paso salvador de Dios a cada instante, y reconocernos en la bondad de la mano extendida de ese Cristo que nos rescata.
Paz y Bien
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