San Mateo, apóstol y Evangelista
Para el día de hoy (21/09/17):
Evangelio según San Mateo 9, 9-13
Para los judíos del siglo I, un publicano es una persona despreciable, ubicado en un mismo escalón moral que las prostitutas. Se trata de otro judío al servicio del opresor romano, que sentados a sus mesas recaudan las tasas o impuestos imperiales: para los estrictos fariseos, un publicano es un hombre contaminado, un impuro religioso por estar en contacto habitual con extranjeros y con sus monedas. Para el resto del pueblo, se trata de un traidor, vendido a los intereses del que somete a la tierra de Israel, y que a menudo abusa de su posición con prácticas extorsivas para con sus paisanos. Desde todas las perspectivas, eran odiados fervorosamente y su vida personal se relegaba a su familia y al contacto con sus pares,un ostracismo difícil de romper.
El encuentro parece casual, un caminante más por las calles y la mesa tributaria como un accidente del terreno que es preferible sortear, pasar de largo, en especial por el indeseable que está allí, con su infame tarea cotidiana.
Pero el Maestro nazareno tiene una conducta extraña, escandalosa para los observantes rígidos e inmisericordes. Se detiene y lo observa, no se anda con cuidados por los potenciales comentarios de otros, seguramente lo mira a los ojos al publicano.
Las cuestiones importantes siempre son personales, que atañen a la raíz de la existencia, y más aún las cuestiones del Dios de Jesús de Nazareth.
Nadie en su sano juicio, en aquel entonces, le hubiera dirigido la palabra a un publicano, no lo convidaría ni a apreciar un leve buenos días.
El Maestro lo convoca, lo llama por su nombre y le indica que lo siga. La respuesta de Mateo -conocido como Leví- es inmediata, audaz, total. Abandona todas las certezas que tiene -su mesa de trabajo, los impuestos que cobra, su mundo reducido- y sigue a Cristo.
La invitación a seguirle es para compartir su existencia, vivir como Él mismo. La respuesta de Mateo es también simbólica: el ponerse de pié -paso primero antes del seguimiento- es su vida, su humanidad restaurada por el paso salvador de Dios, por sus días re-creados.
La gran noticia, la inmensa y feliz noticia es que nos buscaste, a pesar de nuestras miserias, de nuestros quebrantos, de todo lo reprochable, de todos estos desprecios que nos revisten. Viniste para que nos pongamos de pié, para que abandonemos todas las muertes, para dejar atrás la pleitesía a la muerte, y el tributo que se paga a la nada.
La Gracia no se merece ni se gana. El amor de Dios es absoluto e incondicional, y espera con paciencia nuestra respuesta.
Paz y Bien
El encuentro parece casual, un caminante más por las calles y la mesa tributaria como un accidente del terreno que es preferible sortear, pasar de largo, en especial por el indeseable que está allí, con su infame tarea cotidiana.
Pero el Maestro nazareno tiene una conducta extraña, escandalosa para los observantes rígidos e inmisericordes. Se detiene y lo observa, no se anda con cuidados por los potenciales comentarios de otros, seguramente lo mira a los ojos al publicano.
Las cuestiones importantes siempre son personales, que atañen a la raíz de la existencia, y más aún las cuestiones del Dios de Jesús de Nazareth.
Nadie en su sano juicio, en aquel entonces, le hubiera dirigido la palabra a un publicano, no lo convidaría ni a apreciar un leve buenos días.
El Maestro lo convoca, lo llama por su nombre y le indica que lo siga. La respuesta de Mateo -conocido como Leví- es inmediata, audaz, total. Abandona todas las certezas que tiene -su mesa de trabajo, los impuestos que cobra, su mundo reducido- y sigue a Cristo.
La invitación a seguirle es para compartir su existencia, vivir como Él mismo. La respuesta de Mateo es también simbólica: el ponerse de pié -paso primero antes del seguimiento- es su vida, su humanidad restaurada por el paso salvador de Dios, por sus días re-creados.
La gran noticia, la inmensa y feliz noticia es que nos buscaste, a pesar de nuestras miserias, de nuestros quebrantos, de todo lo reprochable, de todos estos desprecios que nos revisten. Viniste para que nos pongamos de pié, para que abandonemos todas las muertes, para dejar atrás la pleitesía a la muerte, y el tributo que se paga a la nada.
La Gracia no se merece ni se gana. El amor de Dios es absoluto e incondicional, y espera con paciencia nuestra respuesta.
Paz y Bien
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