Un Mesías inconveniente y peligroso




San Esteban, protomártir - Memorial

Para el día de hoy (26/12/14) 

Evangelio según San Mateo 10, 17-22



La liturgia nos sorprende con el memorial de San Esteban, primer mártir, todavía inmersos en la alegría de la Navidad.
Como nos sucede con la realidad, su sufrimiento nos demuele y es una nota grave y triste que parece polizón clandestino en la agradable sinfonía navideña. Pero en realidad, se trata del mismo amor, de la misma raíz, de la misma verdad.

Creer en el Niño de Belén, en el Emmanuel, y vivir de acuerdo a ello es despreciable, inconveniente y hasta peligroso a los intereses y poderes de este mundo.
El Dios que nos nace en el pesebre es un Dios que elude templos y palacios, y que elige y se solaza revelándose en la sencillez y la humildad.
El Dios que se hace hijo de María de Nazareth es un Dios del despojo, de la entrega absoluta e incondicional, de la palabra empeñada y cumplida.
Es el Dios que se inclina decididamente y se lo encuentra -y se halla a gusto, como uno más- entre los pobres, los descastados y descartados, los que no cuentan.

Para algunos, es una simpática tontería que deberá quedar confinada al culto dominical, pues la realidad corre por otros andariveles. Para algunos también es motivo de desprecio, de consuetudinaria descalificación, pues en la ilógica santa de la Buena Noticia el poder es servicio, jamás dominio, jamás opresión.

Y para otros se trata de un peligro, un severo inconveniente, pues los que aman al Niño de Belén en toda su insondable verdad, desde sus entrañas y sin medir consecuencias van en sentido contrario a toda lógica mundana de poder, de prebendas, y sobre todo, es ajeno a todo egoísmo, principio rector de un mundo floreciente en dolores y negador tenaz de cualquier indicio de fraternidad, que desprecia con fervor la debilidad y la sencilla eternidad del Dios de nuestras esperanzas 

En ese Dios de la verdad, la mansedumbre y la justicia creía Esteban, y por ese Dios muere como el Maestro, como un criminal despreciado. 

El amor de Dios refulgente en el pesebre y la pacífica fidelidad de Esteban, vivida hasta las últimas consecuencias, son expresiones de la misma agradable sinfonía, la Gracia de Dios.

Paz y Bien 


 
 

1 comentarios:

pensamiento dijo...

La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros ni querer realizarla luchando con violencia con enemigos exteriores. Muchas, gracias,¡ feliz navidad!

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