El Buen Pastor y la oveja encontrada




San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, memorial

Para el día de hoy (09/12/14) 

Evangelio según San Mateo 18, 12-14



Las parábolas de Jesús de Nazareth no son relatos espirituales acumulables en la memoria, o que pueden observarse pasivamente, como espectadores ligeros que una vez finalizada la emoción banal, regresan a la gris cotidianeidad. 
Las parábolas provocan, desafían, encienden razón y co-razón. Las parábolas no tienen, a la manera de las fábulas, un final predeterminado y un mensaje postrero único -la moraleja-: en las parábolas de Jesús hay una conclusión conjunta, una urdimbre entre el Maestro y el discípulo para arribar al puerto seguro de la verdad.

Jesús de Nazareth enseñaba a partir de lo que sus oyentes vivían a diario, conversaba con ellos en un lenguaje común que superaba el marco del idioma. Es algo que hemos olvidado, la capacidad de dialogar con la mujer y el hombre de hoy a partir de lo que le sucede día a día. En esta ocasión, relataba a sus oyentes la parábola de la oveja perdida: ubiquémonos en tal circunstancia, Jesús les habla a gentes que conocían bien todo lo concerniente al cuidado de rebaños ovinos, cuidados pastoriles, habitantes de una geografía montañosa, de sierras y montes escarpados, y las acciones del pastor narrado se les hacen, cuanto menos, antojadizas, totalmente ajenas al sentido común.
Ningún pastor de aquel tiempo, en ese mapa complicado, con ladrones al acecho y senderos riesgosos, habría puesto en riesgo a todo el rebaño por la única oveja extraviada. Nadie en su sano juicio actuaría de esa manera imprudente, desaforada.

Sin embargo, tan ilógico, tan desproporcionado y asombroso es el amor de Dios, un Dios incansable desviviéndose buscando a los extraviados, a los que nadie busca, a los que todos se han resignado a perder en cualquier vereda. Todos somos tan valiosos a su mirada, y sin embargo los más pequeños, los que no cuentan, son su debilidad. Es una parcialidad santa que conocemos como misericordia, poner el corazón en la miseria, poner toda la vida al rescate del hermano.

Cada oveja encontrada es motivo de celebración, de existencia recuperada, de regreso a la vida, a causa de un Dios que ha salido en búsqueda de una humanidad que suele perderse, y la busca desde su raíz misma, un Niño pequeño en brazos de su Madre.

Paz y Bien   
   

1 comentarios:

pensamiento dijo...

Dios siempre sale a nuestro encuentro, que Dios me la gracias de dejarme encontrar por ÉL, Gracias.

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