Preconceptos inmóviles


Para el día de hoy (13/12/14)

Evangelio según San Mateo 17, 10-13



Ellos habían estado en la cumbre del monte Tabor y presenciaron asombrados la Transfiguración del Señor, su Maestro resplandeciente conversando con Moisés -la Ley- y con Elías -los profetas-. Cuando descendían del monte, se sintieron compelidos a preguntarle acerca de cierta tesis firmemente establecida por los escribas -la ortodoxia religiosa- la cual determinaba que previamente a la llegada del Mesías anunciado y esperado, el profeta Elías regresaría a poner en orden las cosas, a restablecer los vínculos familiares, a allanar los senderos extraviados, y ese regreso implicaría a su vez que Elías sería fedatario del Mesías auténtico.
Obviamente, sin un Elías reconocido, cualquier Mesías que se arrogase ese título habría de despreciarse y rechazarse sin más trámite.

Ahora bien, esos hombres doctos habían determinado que el regreso de Elías iba a ser espectacular, envuelto en descollantes apariciones de fuego y luces, sin darse cuenta que con ese preconcepto fijo olvidaban de manera expresa la misión del profeta, que era precisamente allanar los caminos del Señor, la reconciliación de padres con hijos, el fortalecimiento de las familias, la conversión.
En consecuencia, no sólo rechazarían al verdadero espíritu profético en cuanto se hiciera presente, sino que aunque la presencia del Mesías fuera evidente, incuestionable, ellos también le rechazarían con la violencia propia de aquellos que se han enceguecido de poder y soberbia.

Jesús de Nazareth les abre la mirada a una verdad que estaba allí, tan evidente como un amanecer. Elías ya había regresado, y se identificaba con el Bautista. Juan era el signo cierto de que el plan de Dios continuaba fiel a las promesas, y por su ceguera optada, ellos lo execrarían con la misma virulencia con que rechazarían a Cristo.

Adviento es tiempo de cambios. Adviento, más que obligación, es un regalo inmenso de luminosidad, y sólo puede responderse cabalmente a esa invitación bondadosa con una conversión efectiva, convergiendo en cuerpo y alma hacia ese Cristo que llega ante nuestra mirada atenta.

Las señales están allí, a la vista de todos los pueblos, al alcance de cada corazón que se ha liberado de todo lo que perece, de los filtros autoimpuestos, de la inmovilidad de ciertas creencias, porque nos nace un Salvador y es menester estar con los ojos bien abiertos.

Paz y Bien

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