Humanizándonos


Para el día de hoy (03/09/13):  
Evangelio según San Lucas 4, 31-37



(Sinagoga no es un término históricamente exacto, pues tiene una etimología grecolatina, que significa literalmente, congregar o reunir. Su nombre original hebreo es bet ha keneset, que traducido significa lugar de encuentro.

En la Palestina del siglo I, hasta el villorio más pequeño poseía, al menos, una sinagoga. A medida que aumentaba la importancia de la ciudad y el número de sus pobladores, la existencia de tales sitios se multiplicaba. En ellos la comunidad se congregaba en el Shabbat para la oración y para la lectura, comentario y enseñanza de la Torah, de las Escrituras. Allí, todo varón judío tenía derecho, previa invitación del presidente o principal de la asamblea, a dirigirse a los demás y a enseñar a su modo la Palabra de Dios.

Poco tiempo atrás, Jesús de Nazareth había sido rechazado furiosamente por sus paisanos; allí estuvieron a punto de matarlo, y fué tan grande su rechazo -y su falta de fé- que el Maestro no pudo sanar a casi nadie, prácticamente ningún milagro.
El Evangelio para el día de hoy nos sitúa en otro ámbito, en donde a Jesús no se lo rechaza. Por el contrario, en Cafarnaúm se lo recibe, se lo acepta, se lo escucha y se le presta atención. Los asistentes están asombrados, porque el Señor habla y enseña de una manera distinta a la de los escribas -grandes eruditos- que se dedican a citar a otros autores: ël, en cambio, habla con autoridad -auctoritas-, hace crecer cosas, habla y enseña desde lo que sabe, lo que conoce, lo que vive por su identidad total con su Padre.

SIn embargo, en medio de la reunión comunitaria, seguramente la atención se desvía hacia los gritos desgarrados de un hombre, de un hombre enfermo. En aquellos tiempos, las patologías psiquiátricas y las neurológicas y posiblemente por el espanto que producían -tal vez esquizofrenia, tal vez epilepsia- se adjudicaban a la posesión demoníaca, al dominio del doliente por espíritus malignos e inmundos. Ello también determinaba que ese paciente habría de ser excluido de la comunidad, toda vez que cualquier enfermedad era considerada consecuencia de pretéritos pecados, y por tanto, causa de impureza ritual.

Pero para Jesús no hay demonios ni ritos que prevalezcan por sobre el dolor que agobia al prójimo. El que sufre es su hermano, su hermano urgido de dolor y pena, su hermano sometido e inhumanizado.
Allí no hay demonios que valgan, allí se hace presente la Gracia asombrosa de Dios que expresa y encarna Jesús de Nazareth y que sólo ansía la plenitud y a salud de cada hombre y de cada mujer.
Nada ni nadie puede resistirse a esa voz potente de vida que se crece, imparable, y quizás esas palabras de reprensión a los espíritus malvados estén dirigidas a aquellos que excluyen y condenan, a esos cultores de un Dios de castigos, lejano e inaccesible, desentendido de lo que le pasa a la humanidad.

El Dios Abba de Jesús de Nazareth es un Dios absolutamente pobre que se ha despojado de todo, que sólo reconoce hijas e hijos, que los quiere plenamente humanos, un Dios urgido desde sus mismas entrañas a la compasión y a la misericordia.

Quizás la Evangelización sea sencillamente eso, de la mano de Jesús hacer de estos campos de dolor, tan yertos, un recinto amplísimo y decididamente humano)

Paz y Bien

1 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Sí, supongo que nos enfrascamos más en nuevos métodos, formas de llamar la atención y búsquedas de evangelizar, cuando lo verdaderamente importante es presentar a Jesús desde tu propia vivencia injertado en Él.

Sólo en Él y desde Él seremos capaces de transformar y dar sentido al dolor que pasa por nuestra vida.

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