Una lámpara que no se esconde




Para el día de hoy (23/09/13):  
Evangelio según San Lucas 8, 16-18


(En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la vida nocturna de las familias, especialmente las más pobres, estaba irremediablemente acotada. Al caer el sol y llegar la oscuridad, sólo quedaba el recurso de velas -prácticamente inaccesibles- o de lámparas de aceite, las que eran en su gran medida prohibitivas por el elevado valor del aceite. Por ello, si en una vivienda familiar se prolongaba el día encendiendo una lámpara, había de colocarse en un sitio alto del monoambiente familiar para que todos fueran alcanzados por el resplandor y se beneficien con la luz de esa pequeña lámpara.

No ha de ser muy distinta la Evangelización.

Somos pequeñas lámparas de barro, casi insignificantes, pero portamos un tesoro invaluable que tiene destino de bien común, de luz para toda la familia humana. No se esconde esta luz, no se tapa, no se minimiza, especialmente porque no nos pertenece y porque muchos dependen de ella. 
La luz no es para unos pocos, ni tampoco ha de ocultarse escapando de todos los miedos.
Ha de ser bien visible para todos, y quizás el mejor modo de expresarla sea con gestos y acciones, a menudo de compasión silenciosa, un silencio que es más fuerte que cualquier estruendo.

Porque en la ilógica del Reino, este tesoro se multiplica cuando se lo comparte, y se pierde si no se dá.

Habrá que andar pues, hambrientos de luz)

Paz y Bien

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