Nuestra Señora de Luján



Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina

Para el día de hoy (08/05/13):  
Evangelio según San Juan 19, 25-27

(Extrañas cuestiones de Madre.

Corría el año 1630, y apenas éramos una colonia de la periferia de un imperio que se expandía por la fuerza. Ni siquiera teníamos en germen el sueño de nación, aunque la antigua sangre indiana de nuestros hermanos originarios no se rendía con facilidad.

Un terrateniente de Sumampa -hoy en la provincia de Santiago del Estero- quiere una imagen de la Inmaculada Concepción para una capilla que ha de levantar en sus extensos dominios, tiempo de fé apropiada, de culto privado para unos pocos. Por ello encarga a un amigo de los dominios portugueses del Brasil una imagen tal, especialmente por la fama que precedía a los artesanos pernambucanos.

Su llegada es clandestina, y poco y nada tiene que ver con la Buena Noticia y con las mezquinas previsiones humanas. El patache de comercio trae consigo como siniestra mercadería a un esclavo, arrancado como bien de tráfico de su Cabo Verde africano y cristianizado a la fuerza como Manuel Costa de los Ríos, oscuro obsequio de un poderoso a otro.
Además, el pequeño buque no trae una sola imagen sino dos, hechas en terracota, pequeñas y frágiles, quizás y sin saberlo como signo de estas pampas de tierra y silencio.

La carga se dirige del puerto de Buenos Aires a la Sumampa de destino, y no lo hace por la ruta convencional, el Camino Real que conducía al norte. Lo hace en carretas de ruedas enormes por vías alternas, camino de contrabandistas.

El amor de todo un pueblo a menudo ha sido maquillado de imágenes bucólicas, de portes imperiales, de fasto religioso. Pero la realidad es que la historia verdadera se desarrolla por veredas sospechosas, que poco tienen de santas.
Aún así, es el signo cierto de que Dios puede transformar todas las cosas de raíz, y hasta en los reductos más oscuros puede resplandecer la luz.

Se trata de mucho más que un milagro.

Esa carreta que no se mueve, ni con la fuerza implacable de dos bueyes. Pero no hay nada en todo el universo que pueda doblegar un amor de Madre.

Es una pequeña y frágil imagen de terracota, tan pequeña y a la vez inmensa como María de Nazareth, tan quebradiza y de barro como este pueblo que somos.

Es mercancía humana que canta su liberación a partir del servicio. Soy de la Virgen nomás, afirmaba con certeza infinita el santo Manuel, compañero de nuestros afectos.

Es la bondad de Dios que puede convertir todas las cosas. Una entrada excluyente y clandestina se vuelve perenne señal de amor.

Extrañas cuestiones de Madre,ese corazón sagrado -como el del Hijo- con esas ganas de quedarse, de cobijarnos, de andar en nuestra historia de pasos inciertos, afectos eternos que son luz en nuestras noches tan frecuentes, calurosa decisión de moldearnos pueblo y nación desde ese mismo barro que Ella asume como propio, a partir de los pequeños que tanto se le parecen, una Mujer que se hace Madre y compañera de caminos, la que se mantiene en pié a pesar de la cruz dolorosa de tantos, la que encuentra su hogar allí en donde sus hijos se juntan y la reciben.)

Paz y Bien

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