Los senderos de la Palabra


Segundo Domingo de Adviento

Para el día de hoy (09/12/12):  
Evangelio según San Lucas 3, 1-6

(En este segundo Domingo de Adviento, el Evangelista Lucas nos ubica en una encrucijada histórica muy precisa y deliberada.
El emperador de Roma es Tiberio -Tiberio Julio César Augusto, de la dinastía Claudia-, y como tal, el amo y señor de gran parte del mundo de aquel entonces. Entre las tierras sometidas, se encuentra Palestina, dividiva en la provincia de Judea y los estados vasallos de Galilea, Iturea, Traconitide y Abilene.

En Judea tiene asiento el gobierno del delegado imperial o procurador romano, en ese momento Poncio Pilatos; Galilea está regida por Herodes Antipas, Iturea y Traconitide por su hermano Filipo -ambos son hijos de Herodes el Grande-, y en Abilene un tal Lisanias, aunque en este último caso no hay demasiados datos históricos conexos. 
Los romanos sojuzgan por el poder de sus legiones, Herodes Antipas y los otros tetrarcas por las fuerzas mercenarias que ejercían un control policial delegado por Roma. 
Por otra parte, Anás y su yerno Caifás son las máximas figuras religiosas, sumos sacerdotes del Templo en diversos períodos, con una influencia política que iba mucho más allá de lo estrictamente religioso.

En ese cruce de caminos de hombres poderosos, se yergue una figura extraña en contraposición visceral, opuesta y hasta contraria. Se trata del hijo de un sacerdote menor de la religión judía, un tal Juan -hijo de Zacarías- que vive retirado en el desierto, alimentándose de lo poco que la tierra le provea y vestido con pieles de animales salvajes; quizás en nuestros días y ejerciendo cierto anacronismo, lo tildaríamos de antisistema, de hippie, o de alguien con problemas para llevar una vida social razonable.

Pero ese hombre habla de Dios, y es Dios quien habla a través suyo.
Es un hombre pobre, es un hombre que ha renunciado a todo pues solo vive para esa Palabra que lo habita, y desde allí impulsa a las gentes a la conversión, a enderezar los senderos que se han torcido, a allanar los desvíos, a retomar los cauces vitales. Porque un profeta no sólo anticipa, sino que anuncia y denuncia, y en ello Juan es fiel entre fieles, totalmente firme en su integridad incuestionable, y el pueblo lo escucha con ansias, porque con todo y a pesar de todo está llegando la Salvación de Dios para todos, sin excepción.

Sendero extraño el de la Palabra, que no rumbea jamás por entre los poderosos, que abandona los fulgores de los templos imponentes, que se marcha a la periferia marginal del desierto, de donde nada puede esperarse. 

Quizás nos anden escaseando los desiertos en nuestra mirada; seguimos esperando -casi indefectiblemente- novedades palaciegas.
Pero muchos Juanes desde nuestros bordes, en este presente a menudo tan olvidadizo y tan inhumano, nos vuelven a recordar que las buenas noticias se anuncian siempre desde el lado de los pequeños, de los humildes, allí mismo en esos sitios de los que no se espera nada bueno ni nuevo, allí la vida viene empujando con asomos de parto, revirtiendo la historia, transformando en naceres estas muertes cotidianas, salvación universal)

Paz y Bien


 

1 comentarios:

un lugar para la oración dijo...

Gracias, por su compartir, la figura de Juan para mi me dce mucho, ya que dice el evangelo, la palabra de Dios vino a Juan en el desierto, y me habla que la palabra de Dios viene sempre a nosotros en cualquier circuntancia en que nos encontremos, lo importante es deja r que esa palabra entre en nuestro desierto, gracias por compartir vida.

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