De los ciegos que ven


Para el día de hoy (07/12/12):  
Evangelio según San Mateo 9, 27-31


(Esos dos ciegos que seguían al Maestro a puro grito, no descollaban en exactitud: clamaban su auxilio llamándolo Hijo de David, un título que Jesús rechazaba y por el cual, en numerosas ocasiones, había discutido con escribas y doctores de la Ley. Ellos afirmaban que el Mesías había de surgir como vástago de la dinastía davídica, pero ese argumento era taxativamente denegado por el Maestro.

Es importante detenerse por un momento en la situación de estos hombres: como ciegos, sufren las consecuencias obvias de su dolencia, inmersos en su mundo de sombras y ausencia de colores. Pero también, su enfermedad era considerada el producto de una culpa propia o de sus ascendientes, y para esa concepción religiosa, era menester apartarlos de la vida social, religiosa y comunitaria por considerarlos impuros, es decir, indignos de compartir la cotidianeidad con los otros hijos de Israel. De este modo, la enfermedad es mucho más que una dolencia, es una condena y una exclusión casi irrevocable.

Sin embargo, acontecen tiempos nuevos, el año infinito de la Gracia y la Misericordia.
Una de las señales de los antiguos profetas, esa misma que anunciaba la era mesiánica, el tiempo de la Salvación, era que los ciegos verían.
Estos dos ciegos no sólo recuperan la capacidad visual por el amor entrañable de un Dios que revela Jesús de Nazareth: estos dos ciegos tienen una mirada profunda que está mucho más allá de sus ojos, la mirada de la fé, la confianza que les nace del corazón.
Los ciegos ven, y los doctos permanecen con su alma cerrada a la Buena Noticia.

Aún cuando puedan tener defectos formales y hasta de ortodoxia, lo que cuenta, decide y resuelve la existencia es creer y confiar en Alguien antes que en algo. Ellos confían en Jesús de Nazareth, ellos ven, y el milagro -urdimbre santa de Dios y el hombre- sucede.)

Paz y Bien

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