Para el día de hoy (29/01/11):
Evangelio según San Marcos 4, 35-41
(El Maestro está agotado: ha pasado horas y horas enseñando a la multitud, sanando enfermos, anunciando la Buena Noticia parado en esa misma barca en la que ahora duerme a su popa, sobre un cabezal.
Duerme de puro cansado, pero duerme sin sobresaltos: está tranquilo por la total confianza en Abbá, y también, confía en sus amigos, sabe de sus capacidades, aquí a ellos se los conoce como experimentados pescadores.
Pero sobreviene una borrasca brava, y esos pescadores expertos -hombres de mil tormentas- quedan son presa del temor y se paralizan de miedo. Sin dudas, la situación hubo de ser harto peligrosa. Quizás nunca tuvieron que enfrentarse a una tormenta así, de esas que amenazan dar una vuelta de campana a la embarcación.
Y el Maestro que estaba durmiendo a popa, finalmente se despierta de su sueño manso; es claro, no lo ha despertado la gravedad de la tormenta, sino los gritos angustiados de Pedro y los otros que creían perecer en ese preciso instante.
Con autoridad, habla a las aguas y su voz fuerte es irresistible; el mar de Galilea se aquieta al instante...tal vez, levantó su voz no tanto para calmar las aguas, sino para acallar los gritos desvestidos de confianza de sus amigos.
Tenemos una misión y destino de pescadores, todos y cada uno de nosotros, mandato de navegar mar adentro al rescate de pequeños peces en las redes de la vida, con una extraña confianza de navegantes.
Tenemos la certeza de que este pequeño bote-existencia no será doblegado ni sucumbirá a cualquier borrasca grave porque Él viene a bordo, con la fuerza del Padre que cuida a sus hijas e hijos y con la confianza puesta en nuestras capacidades de navegantes -aún cuando las perdamos de vista en pleno temporal-; y tenemos la certidumbre también de que esta barca-familia que llamamos Iglesia tampoco ha de perecer, sea cual fuera la intensidad de la tormenta que arrecie.
Él viene tranquilo a bordo, y quizás debamos cederle el timón.
El reposo y el descanso esperan allí, yendo hacia la otra orilla, la orilla en donde esa masa agobiada y uniforme se percibe multitud de hermanas y hermanos con rostros claros y definidos, la orilla de la liberación y la plenitud, la orilla en donde esperan ansiosos tantos caídos en las afueras de la vida.
Nada hay que temer)
Paz y Bien
Fredy...
Hace 48 minutos.
2 comentarios:
Muy bueno tu comentario, como siempre. Gracias por no desfallecer en este diario quehacer.
Dios te bendiga. Un abrazo
Gracias a tí, hermana, que el Dios de la Vida ilumine y aliente tu sendero y tu compromiso
Paz y Bien
Ricardo
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