Para el día de hoy (13/01/11):
Evangelio según San Marcos 1, 40-45
(Por lo general, hay términos que ya están preclasificados de antemano en cuanto a su uso o a su intencionalidad. Así, la palabra exclusión puede remitir a cuestiones contractuales -que cosas no están incluidas en determinado contrato- o bien tener una connotación especialmente negativa; exclusión de un ser humano de la vida social, religiosa, económica, política o de todo ámbito por una gran variedad de motivos.
Sin embargo, Dios habita entre nosotros y Jesús abrió para toda la humanidad las puertas del tiempo santo, tiempo de Dios y el hombre, conjunción milagrosa de materia y eternidad. En este tiempo santo la exclusión -¡maravillosa ilógica!- puede volverse sagrada.
Un leproso, en aquellos tiempos, sufría doblemente: por un lado, las consecuencias propias de la enfermedad en su cuerpo y, por otro, los efectos sociales.
Considerado impuro por la ley mosaica y la visión religiosa predominante, estaba obligado a vivir fuera de las ciudades, sin contacto con nadie; a ello, debía añadir la humillación de avisar a los gritos su condición de impuro ante el paso -aunque fuera lejano- de un eventual viajero. Más que con desechos de telas, los leprosos vivían permanentemente vestidos de dolor y soledad.
El Reino que anuncia y hace presente el Maestro tiene un perfume predominante: el de la compasión, y aún hoy no terminamos de aceptarlo y entenderlo. Compasión en su sentido más profundo y compasión también en su sentido literal, es decir, compartir el dolor, compartir lo que se sufre, com pathos...
En ese leproso florecía la confianza en Jesús y también el coraje: por aquel entonces, muy pocos enfermos de lepra se hubieran atrevido a quebrar las normas imperantes. Él nó, se acerca con valor al Maestro y, conocedor de su condición de impuro, le suplica lo libre de tan terrible mal, ruega que Jesús lo purifique.
Hubiera bastado con una mirada, con una oración con un deseo de su corazón sagrado.. aún así, Jesús sabe que hay más de un mal a curar, y que el mayor no es precisamente la lepra. Desde una ternura difícil de expresar en palabras, toca al leproso y éste queda sano: al tocarlo, lo reconoce como próximo/prójimo, lo redescubre como hermano, lo reconstituye desde la misma miseria de la exclusión.
No sólo será libre de sus llagas, sino de todo aquello que cruelmente lo separaba de la comunidad.
Las consecuencias fueron inmediatas: Jesús debe retirarse a lugares apartados sin poder ingresar a ninguna ciudad. Él mismo se había convertido en impuro al tocar al leproso, y por eso mismo, las gentes deberían privarse a su vez de acercarse a Él.
Jesús se vuelve un excluido, y es una exclusión sagrada, pues se trata de amor en su grado máximo, el de la vida ofrendada por el bien del otro.
Quizás debamos reconstituirnos nosotros también como comunidad, y aceptar esta exclusión que se vuelve santa y magnífica, asumir el dolor y la exclusión del otro como normalidad y culto diario, sacrificio a los pies de Dios de la propia vida en ofrenda latiente)
Paz y Bien
"EN LA SELVA FREUDIANA" por JUAN MANUEL DE PRADA 😵
Hace 9 minutos.
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