Pureza y tragedias

Para el día de hoy (30/08/09):
Evangelio según San Marcos 7, 1-8.14-15.21-23

(Con ojos evangélicos de niño y desde la Palabra de hoy, es dable afirmar que todas las tragedias humanas -históricas y personales- tienen una misma raíz: el corazón humano, el alma de mujeres y hombres.
No se trata, claro está, de desmerecer o minusvalorar los esfuerzos de diversas disciplinas como la historia, la sociología, los análisis ideológicos, etc., ni de equipararse a ellos.
Se trata de entender qué es lo que sucede desde la mirada de Jesús.

Quizás tenga naturaleza raigal el egoísmo, esto es, darle la primacía al interés personal hasta hacerlo absoluto, sin espacio para el otro, sin lugar para Dios.

Quizás haya que mirar los conflictos y las tragedias humanas desde allí: cuando mi vida es más importante que la del otro, cuando quiero lo que el otro posee, cuando primero y ante todo yo... Empiezan los problemas.

Y en este horroroso devenir mezquino, entran en juego dos factores intrínsecamente asociados: la re-presentación y la deificación de cuestiones netamente humanas.

Porque vivimos -hoy más que nunca principalmente por la acción desenfrenada de los medios- en culturas que hacen ostentación de lo que se re-presenta más no de lo que se presenta: parece un tonto juego de palabras, mas se trata del reinado de lo aparente por sobre la verdad del ser; una simple comparación la podríamos encontrar en la medicina si ésta se asentara únicamente en los síntomas y no en la raíz de las patologías.
Haciendo decisorios los gestos vacíos de contenido, hemos relegado la vida a la pura exterioridad, que todo lo esconde. Valen más las máscaras que los rostros auténticos.

Y hablábamos de ciertas deificaciones: se trata de adjudicarle carácter divino a determinados imperialismos espirituales. Y no encuentro otro término más certero... Intentar sujeccionar y someter miles de almas por determinadas reglas, leyes y normativas a las que le adjudicamos torpemente caracter divino -no obstante tienen su importancia pues somos limitados seres que necesitan normas para convivir-, cuando Dios es Amor, y el Maestro nos lo dice claramente: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo es la única Ley.

En estas trampas espirituales, siempre ha existido un reduccionismo falaz -utilizado como método de dominio por numerosos personajes-: resumir el concepto de pureza al ámbito exclusivo de lo sexual.
Nada más grave e iniciador también de grandes tragedias.

Porque la pureza, quizás, deba entenderse y especialmente vivirse desde la entrega hacia el otro, desde lo que soy capaz de dar -la vida propia en primer lugar- y lo que me guardo para mí mismo.
-Qué teoría económica en estos tiempos confusos de ampulosas explicaciones: las cosas son verdaderamente mías y las poseo verdaderamente en tanto las entrego, las doy a los demás y no me hago esclavo de ellas...el hermanito de Asís lo sabía bien-

Por eso, la Palabra de hoy puede parecer dura por la contundencia del Maestro respecto de la actitud de los fariseos -actitud que no queda circunscripta a los tiempos de su predicación, pues fariseos ha habido a través de todas las épocas y llegan hasta hoy-; sin embargo, es una Palabra de aliento y esperanza.

Nuestro corazón es un vidrio a través del cual se trasluce la luz de Dios... Y ese vidrio ha de estar limpio, bien pulido y transparente.
Tan difícil no ha de ser el camino de la pureza.

Nuestro Dios es ante todo un Padre que es Amor.
Nuestro Dios se hizo uno de nosotros, cree en nosotros y nos busca sin descanso, ofreciéndonos a cada instante su afecto y su amistad incondicional.)

Paz y Bien

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