Zaqueo, la estatura cordial















31° Domingo durante el año 

Para el día de hoy (03/11/19):  

Evangelio según San Lucas 19, 1-10






Parece una broma: el nombre Zaqueo -de origen hebreo- tiene una raíz etimológica que significa puro, inocente, algo que parece completamente ajeno al personaje que hoy destaca en el Evangelio para este día.

Es que zaqueo no tenía demasiado a su favor: como publicano y jefe de los mismos en Jericó, es quien recauda los tributos para el ocupante imperial romano. La Escritura nos señala que también era muy rico, y ello se debe a que los publicanos engrosaban sus bolsillos cobrando de más sobre el valor establecido del impuesto, usualmente mediante coacción y prácticas extorsivas. Como recaudador al servicio del imperio, tenía tratos usuales con los romanos, por lo cual era considerado por las autoridades religiosas como un impuro ritual absoluto, y por sus paisanos como un corrupto, un opresor y un traidor. El epíteto pecador que le adjudican indica una consideración moral peor que la de las prostitutas.

Por Jericó pasaba el Maestro en su peregrinar fiel hacia Jerusalem, y probablemente con parada intermedia en Bethania que se encontraba en la ruta a la Ciudad Santa. Es preciso tener en cuenta que la fama de taumaturgo y amigo de los excluidos y execrados sociales que poseía el Maestro lo precedía allí donde iba, y seguramente que también era amigo de publicanos. Al fin y al cabo, uno de ellos era ahora discípulo suyo, Leví/Mateo. No perdamos de vista que Zaqueo, fuera de su oficio, sólo podía tener vida social con sus pares, pues el pueblo lo detestaba con fervor, y precisamente ése sea un motivo principal en su afán de encontrar al rabbí galileo.

Pero Zaqueo era de baja estatura. Ello tiene dos vertientes.
Por un lado, al ser bajito no puede entrever al Cristo que pasa, pues la multitud abigarrada le obstruye la visión, y por eso se sube al árbol, en un gesto quizás excesivo y ajeno a su persona, una acción inesperada y tal vez poco seria.
Por otro lado, la baja estatura expresa también una condición cordial: se considera a sí mismo menos, desfasado, indigno de mirar a los ojos al Maestro, y más aún sus paisanos, veloces condenadores que lo han dejado de lado por sus miserias conocidas y sufridas.

Así, Zaqueo subido a las ramas que lo distancian de Cristo y del pueblo. Sin embargo, no queda como un mero objeto que es preferible eludir: el Cristo que pasa lo reconoce y lo llama por su nombre, el afán decidido de un Dios que nó descansa al rescate de todos sus hijos, que quiere hacer morada en ese hogar que es nuestro corazón, el yo profundo que tiene una eterna vocación de nosotros.

En cierto modo, todos somos petisos, bajitos a causa de nuestras miserias. Pero aún cuando la magnitud de los pecados propios o ajenos derrumben la estatura moral personal, siempre hay una posibilidad más de regreso, una invitación a la Salvación que se hace presente en nuestras existencias, y que no es cosa de autómatas, sino que implica respuestas concretas, tiempo santo de Dios y el hombre. Es menester, como Zaqueo dando la mitad de su fortuna, desprendernos de todo lo que nos aplasta, y ponernos de pié, mirando con gratitud a los ojos al Cristo que nos ha salido a nuestro encuentro en cada hora de la existencia.

Paz y Bien

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