Puentes de bondad y esperanza
















Para el día de hoy (26/11/19): 

Evangelio según San Lucas 21, 5-9










Es dable imaginar la mirada de espanto de los oyentes del Maestro cuando Él les preanuncia la destrucción del Templo.
Ese Templo era motivo de orgullo nacional por su imponente construcción, por las bellas ornamentaciones, por la pompa y el boato que lo engalanaban, pero muy especialmente para esas gentes era el recinto en donde se encontraba su Dios. Como núcleo y faro de la fé de Israel, su destrucción cerca del año 70 por las legiones romanas implicó un quebranto emocional e identitario para toda la nación, y murieron por miles y otros tantos sufrieron los rigores de la diáspora, quedando el Pueblo Elegido sin patria, sin nación, sin un Templo que los congregara.

En cierto modo, el derribo primero es conceptual: en la Buena Noticia no hay mediación entre Dios y el hombre a través de las joyas, ni se acota casi de manera pagana el ámbito de lo sagrado a un espacio específico -un Dios encerrado-. Es un tiempo nuevo en donde la mediación absoluta acontece en la persona de Jesús de Nazareth, el Cristo, pascua del pueblo desde el templo de piedra hacia la persona santa, misterio asombroso de la Encarnación de Dios.

Así todas las seguridades se caen como castillos de naipes al viento, y brota con furia paralizante el miedo. De allí que a menudo lo escatológico implique para muchos cuestiones horrorosas, finalísticas.
Consecuentemente con esos parámetros, cuando acontecen miserias y desgracias, hecatombres humanitarias, violencias sin sentido, la rebelión de una naturaleza maltratada, se asocian esos pesares al panorama oscuro del final.

Pero la peor de todas las calamidades es renegar del presente y abdicar de toda esperanza, aún cuando campeen las sombras.
El Cristo de nuestra Salvación y sus hermanos fieles siguen tendiendo puentes de bondad para el reencuentro con Dios.

Paz y Bien 

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