Mesa de Cristo, compartir el pan y la existencia














Para el día de hoy (03/11/18):  

Evangelio según San Lucas 14, 1. 7-11









El Maestro era un observador magnífico, miraba y veía en profundidad, más allá de las apariencias, y más aún, mirar y ver los hechos y las personas a las que hacían referencia. Ello implicaba una cuestión primordial que era conocer bien a los suyos. El amor parte de su fundamento en el conocimiento del otro.

En esta ocasión, Jesús de Nazareth ha sido invitado a una cena en casa farisea y en pleno Shabbath, con toda su carga ritual, sus exactas prescripciones, su código y su etiqueta inamovibles, y allí también mira y vé en profundidad.

En las mesas de las gentes importantes los lugares en que se acomodaban los invitados denotaba importancia e influencia, toda vez que en esos banquetes se conjugaban influencias comerciales y políticas: mejor lugar, más influencia, de suerte que la cena se convertía en una danza laica de búsqueda de intereses y de poder, tal como es la mesa de los opresores, en donde se apisona la suerte de los débiles, se mastica la libertad y la dignidad de los pobres, se humilla a los que carecen de poder, mesas escasas y muy pero muy acotadas.
En esas mesas son más a los que se les impide acceder que los que se sientan a comer. Peor aún, son mesas de opresores caballerosos, que oprimen guardando estrictas normas de urbanidad, pero que en el fondo y sin ambages sigue siendo mesa de miserables, pues se propala miseria sin esfuerzo.

Pero en la mesa de Cristo las cosas son muy distintas, completamente distintas.
Contrariamente a la búsqueda falaz de convidar a los que tienen algo que ofrecer, mesa angosta de interesados, se invita al que no cuenta, al que se deja de lado, al olvidado, al descartado.
En su mesa se comparte la vida, penas y alegrías, dolores y angustias, el hambre de justicia y las tormentas de resignación que suelen asolarnos, y por ello, con Su presencia en el pan y el vino y su Palabra, se renueva la esperanza y siempre hay un lugar más preparado para el hermano que ha de llegar, mesa grande de fraternidad, mesa en la que se espera solamente la presencia del otro y, cuando ésta acontece, se descubre un motivo más para celebrar y agradecer.

Paz y Bien

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