El discipulado no admite medias tintas ni corazones con edulcorante












María, Madre y Medianera de la Gracia

Para el día de hoy (07/11/18):  


Evangelio según San Lucas 14, 25-33








Como un río fuera de cauce, las multitudes seguían al Maestro dondequiera que Él fuera.
Muchos se sentían atraídos por lo que Él enseñaba y por el modo que tenía de hablar con las gentes que sólo escuchaban el discurso erudito, a veces incomprensible y muchas veces condescendiente y mandón de los escribas y fariseos.
Otros tantos creían haber descubierto en su persona a quien vendría a restaurar la corona y el poder histórico de Israel, tantas veces demolido por sus enemigos y en esos tiempos, humillados por la bota imperial romana.
Muchos también seguían sus pasos pues su fama de taumaturgo bondadoso lo precedía, y así solían ser habituales las multitudes portando a sus enfermos, al encuentro de ese Cristo del que esperaban sanación.

Sin embargo, y a pesar de lo justo de sus ansias y búsquedas, los intereses de esas gentes se acotaban a sus necesidades, por lo que el Maestro, aunque estuviera rodeado por miles, en verdad se encontraba solo.

Su convocatoria es a desertar de las pertenencias temporales, momentáneas, frutos escasos de la conveniencia y la necesidad. Tal vez en ese plano se encuentre también esa religiosidad de domingos, rigurosa en la norma ritual pero olvidadiza de los principios que la sustentan y le confieren sentido, en lo cotidiano, en todos los ámbitos de la vida.

El discipulado no admite medias tintas, corazones con edulcorante.

Más aún, el compromiso con el Evangelio es un compromiso de cruz. No es poca cosa ni una cuestión romántica o meramente declamativa.
En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la crucifixión era el método romano de ejecución de los reos culpables de los crímenes más graves, criminales abyectos y marginales; para la mentalidad judía, a su vez, pender de la cruz era una maldición insuperable. De ese modo, cargar la cruz no es tanto portar las penas y los propios pecados o limitaciones, sino antes bien atreverse a ser un marginal y un maldito a causa de la Buena Noticia y al servicio de Cristo y los hermanos.

Todo se decide por las lealtades que sepamos encarnar. Todo se juega en la capacidad de vaciar mente y corazón de lo inútil para volverse humilde templo vivo del Dios de la vida.
Todo, también, tiene su tiempo de edificación, de proyecto y maduración, sin perder de vista nunca el horizonte luminoso del Cristo que nos amanece cada día.

Paz y Bien

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