Asomarse al infinito









Para el día de hoy (21/07/16):  

Evangelio según San Mateo 13, 10-17




La gente más sencilla se asombraba del modo en que Jesús de Nazareth les hablaba y enseñaba las cosas de Dios, a partir de ejemplos y situaciones tomadas de la vida cotidiana. Nadie había hablado antes como Él.

Pero los discípulos, sus amigos, preguntaban porqué hablaba de un modo tan claro a ellos y por medio de parábolas a los demás. No lo comprenderían en plenitud hasta Pentecostés, pero ellos bebían cotidianamente, del Maestro, de las mismas fuentes del misterio insondable de Dios.

Por ello mismo la necesidad de las parábolas, que son mucho más que una metodología específica de enseñanza o una forma literaria útil. Las parábolas son gratas ventanas para que las gentes se asomen al infinito, al misterio divino.
Además, la misma rítmica de las parábolas implica una enseñanza progresiva en la que subyace una cuestión fundamental: el tiempo propicio, el crecimiento de la semilla, la germinación, los tiempos propios de cada persona y de cada comunidad. Todo ha de tener su tiempo para brindar frutos buenos, y en ese ámbito la fé también tiene un carácter frutal, corazones que poco a poco se enderezan al sol de la Gracia, para que la existencia se transforme en alabanza y oblación perpetua de amor y señal indudable de misericordia.

Aún así, es claro que hay muchos que añoran la oscuridad, las sombras de los prejuicios y un rencor a menudo maquillado de buenas formas, especialmente cuando el Evangelio nos pone frente a disyuntivas cruciales, la radicalidad de vivir según la justicia de Dios o los cálculos mundanos. Hay evidencias que a veces se intentan demoler porque comprometen, oídos obturados y miradas tabicadas por la soberbia y la falta de compasión que nos duelen mucho más cuando las percibimos en la propia familia eclesial.

La fé es don y misterio que ha de cultivarse a diario, a cada instante, y la fé que se hace vida es un milagro santo y un mandato ineludible del Cristo que nunca nos abandona, y que nos sigue abriendo esas ventanas de eternidad todos los días, en la mesa del Pan y la Palabra.

Paz y Bien

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