Edificados sobre roca




San Francisco Javier, presbítero

Para el día de hoy (03/12/15): 

Evangelio según San Mateo 7, 21. 24-27



La enseñanza del Maestro a menudo sorprende, desestabiliza, conmociona, tal como le sucedía a los discípulos y a todos los oyentes del tiempo de su ministerio. Y hemos de rogar que lo mismo nos suceda a nosotros, tan acomodados a lo light, a lo intrascendente, a seguir perdurando en grises cotidianeidades.

Es que contrariamente a lo que cabe esperarse de cualquier paradigma religioso, el Maestro destaca la primacía de las obras sobre las palabras, de vivir de acuerdo a la Buena Noticia antes que confesar devotamente a Cristo como Redentor. Ello no implica una cuestión de pura praxis en desmedro de la plegaria y la contemplación, sino más bien de un éxodo: el que lleva de la mera declamación de buenas intenciones a la proclamación del Evangelio en cada instante de la existencia, con cada gesto, con cada silencio, en cada acción.

Significa abandonar esa postura demoledora de una fé dominical que se circunscribe al culto puertas adentro del templo, y que rápidamente se disuelve cuando la liturgia finaliza...o cuando las cosas del mundo nos marean los días lunes. Evangelios vivos, existencias en donde pueda leerse con claridad el amor de Dios.

La enseñanza del Maestro lleva en sí una exhortación a cada discípulo y también a cada comunidad. El éxodo también aplica desde otra perspectiva: desertamos con alegre rebeldía de un mundo falaz asentado sobre palabras vacuas, para llegarnos a la tierra prometida de la Palabra.
Peregrinos de las palabras a la Palabra de Dios, Palabra de vida y Palabra viva.

Sólo perdura lo que se cimenta sobre la firmeza de la Palabra, y crea recintos de libertad en los que Cristo es la piedra angular. De cualquier otro modo, se convierte en carne de derribos, a merced de los muchos temporales que, como un tajo, desgajan la historia humana.

Así nos edificaremos sobre la Palabra, con una firmeza que supera infinitamente nuestras precarias vidas, porque todos somos frágiles.
María de Nazareth lo sabía bien, y vivió de acuerdo a ello, y por ello es la más feliz, Madre del redentor, Madre de los creyentes, hermana, discípula y compañera de caminos.

Paz y Bien


1 comentarios:

pensamiento dijo...

Sólo perdura lo que se cimenta sobre la firmeza de la Palabra, Gracias.

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