El motivo de nuestra sonrisa




La Natividad de la Santísima Virgen María

Para el día de hoy (08/09/15): 

Evangelio según San Mateo 1, 1-16. 18-23




La Iglesia no acostumbra a celebrar el nacimiento terrenal de sus santos: en el mundo antiguo -y contemporáneo también- se suele festejar el nacimiento de reyes, césares, lisonja y sumisión hacia los poderosos de turno. En cambio, la Iglesia celebra lo que denomina Dies Natalis, día del nacimiento, al día en que acontece su muerte, pues se nace para el cielo. 

Por otra parte, el sentido común indica que si bien toda vida nueva es motivo de alegría y milagro, aún no se sabrá si la vida posterior será motivo de celebración o de vergüenza. La existencia se edifica día a día.
Ahora bien, el memorial de la muerte terrena de un santo no debe ser nunca motivo de reivindicación de la muerte o, tal vez, mórbida obsesión por el más allá con desarraigo en el más acá. Por el contrario, en la memoria del santoral elevamos plegarias de gratitud por vidas ejemplares que comienzan aquí pero que no finalizan en el umbral terreno, pues tenemos la certeza de su eternidad en los brazos de Dios que hemos descubierto en su historia. 

De este principio tan importante y caro a nuestros corazones, se establece una sola excepción que es Cristo, cuyo mismo nacimiento es motivo de celebración, gloria a Dios en lo alto y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, de Dios que se encarna, Dios con nosotros, el día definitivo esperado con ansias durante siglos, la Salvación para todos los pueblos.
De ese Cristo que es la luz se iluminan festivamente otros dos nacimientos: uno es el de Juan el Bautista, quien allana sus caminos, quien enciende corazones, quien lo precede con la fuerza de la profecía.
El otro es el de María de Nazareth.

Ella es la puerta agraciada por la que la Salvación ingresa a la historia. Ella, muchachita judía mínima de aldea campesina, con su Sí transforma al universo. 
Theotokos, Madre de Dios por engendrarlo en su cuerpo pero antes en su corazón, al calor de la Gracia que la hace plena, bienaventurada por todos los tiempos.

Por eso, donde está la Madre está el Hijo.
Por eso, María es el motivo de nuestra sonrisa, humilde y confiada, porque con todo y a pesar de todo no debemos temer, porque no estamos solos, porque la vida ha de ser siempre motivo de celebración y de afirmación bondadosa de Dios que trasciende todas nuestras muertes.

Paz y Bien

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