Alienación




Para el día de hoy (01/09/15): .

Evangelio según San Lucas 4, 31-37





Alienación es un término que puede tener un cariz a menudo controversial, toda vez que ha sido utilizado por distintas disciplinas, las que arriban a diversas significaciones. No obstante ello, aquí nos quedaremos en un criterio más simple, más ligado a la etimología del término -alienus- que es lo propio de otro, extrañamiento, lo que es ajeno. De allí que enajenación pueda, acaso, ser un sinónimo certero del término.

En la lectura que nos ofrece la liturgia para el día de hoy se habla de ello, aunque la clave es el poder liberador del amor de Dios. El rígido criterio religioso imperante en los días del ministerio de Jesús de Nazareth implicaba que una persona enajenada es una persona poseída por el demonio, por un espíritu inmundo; toda patología es consecuencia de los propios pecados o de los pecados de los padres -castigo divino-, por lo cual un enfermo, aún los que padezcan una enfermedad neurológica o psiquiátrica, devienen impuros rituales, excluidos de suyo de participar de la vida religiosa y, por tanto, de la vida comunitaria. La impureza es a su vez contagiosa, por lo que el impuro ha de aislarse del contacto con los demás.

Por ello es muy significativo que en plena celebración del Shabbat se encuentre entre los asistentes un hombre con un espíritu endemoniado, y ello responde a dos posibilidades: una, que el hombre haya sido colocado ex profeso allí como provocación, para ver qué hace el mentado rabbí galileo frente a un problema así, pues su fama de taumaturgo lo precede. La otra, que trataremos de reflexionar, es simbólica: el hombre endemoniado es símbolo de una sociedad alienada por la puntillosidad en el estricto cumplimiento de los preceptos, y el olvido flagrante de Dios y del prójimo, una sociedad que imagina la libertad del opresor romano sólo a través de la espada, un patrioterismo que sólo obtiene derramamiento de sangre y miserias, una comunidad que se esfuerza en excluir, en discriminar, en estigmatizar al distinto y especialmente al que sufre.

Quizás por ello sea de tal cariz la queja del espíritu malo que agobia a ese hombre: se queja en plural, se queja con un nosotros, y en ese nosotros está la mente y el corazón divididos del hombre alienado, pero también están todas las duras cargas que le han sido impuestas, la religión desviada, la ideología imperante, la exclusión como norma usual.

No hay un conjuro secreto ni un arcano preciso: sólo la autoridad salvadora de Cristo, el amor imparable de un Dios que restaura, levanta, libera. El alma trastocada de ese hombre alienado se reunifica plena en su identidad única de hijo de Dios.

La Palabra de Cristo es Palabra de Vida y Palabra Viva que sana y salva en el aquí y el ahora, sueño bondadoso de un Dios que sólo ansía el bien para toda la creación.

Paz y Bien

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