Entre nosotros


Para el día de hoy (15/11/12):  
Evangelio según San Lucas 17, 20-25

(En los tiempos de la predicación del Maestro, varios grupos esperaban la llegada del reinado de Dios de diversas maneras.
Unos -especialmente los fariseos- creían que Dios reinaría cuando todos cumplieran en su totalidad y exactitud los preceptos de la Ley, esto es, Dios reinante como premio a los méritos piadosos acumulados, la recompensa a la puntillosidad en adecuar cada uno de los instantes de la existencia a las 248 normas de carácter positivo y a las 365 de carácter negativo.

Otros -en gran medida los zelotas- ansiaban la llegada triunfal del Mesías que inauguraría mediante victorias fulgurantes el Reinado del Dios de Israel, aniquilando a sus enemigos a puro poder y gloria.

Por otra parte, también había expertos en predecir la llegada de ese Reino, exactos lectores de signos en la naturaleza, en la sociedad y en la historia. Para esta mentalidad, una visión apocalíptica es contundente, demoledora y definitiva, y no tanto revelación y comienzo.

Todas estas posturas se han repetido y se repiten a través de la historia hasta nuestros días.
Hay quienes con sincera piedad confunden Iglesia con Reino, y que éste se hará presente en tanto se sigan al pié de la letra las enseñanzas del magisterio y los preceptos de la tradición. Nada mal, claro está, pero la Iglesia es medio -sacramento- y no fin en sí misma.
Así también muchos suponen un Reino escatológico, post mortem, al que se accede por una vida vivida de acuerdo a las condiciones necesarias para la Salvación.
Y otros tantos encuentran a cada momento -especialmente en las patentes acciones de la crueldad humana- señales claras del fin de los tiempos y del arribo definitivo de Dios, en donde unos pocos elegidos se salvarán y el resto será justamente condenado a los fuegos permanentes.

Pero Jesús de Nazareth ama al samaritano sanado que regresa corriendo porque descubre el paso salvador de Dios en su vida, la acción asombrosa de la Gracia; lo prefiere a los otros nueve que siguieron de largo, conformes en haber adquirido méritos para lograr milagros.
Él desoye cualquier llamado al poder, a la imposición, al avasallamiento de sus enemigos.
La ilógica del Reino pasa por el servicio desinteresado, por la entrega generosa de la existencia para que otros vivan, por la bondad y la mansedumbre por sobre todo.

Porque el Reino está entre nosotros, y en silencio se crece en las honduras de cada corazón. Podemos ver sus señales humildes en cada pequeño servicios, el la solidaridad incondicional, en el amor sin estridencias, en cada acto de mansa justicia, en cada canción de liberación, ecos de esa Gracia que todo lo inunda y que seguirá sosteniéndonos más allá de todos nuestros méritos o esfuerzos)

Paz y Bien

2 comentarios:

Natalia Casco dijo...

Hagamos de cada uno de nuestros corazones un cielo.
Cariños, Naty

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Así es, Naty, y a ello una cuestión que gracias a Dios me está rondando desde hace un tiempo: el hecho de pedir y desear bendiciones, pero antes o junto con ello y en su misma intensidad, hacernos cada uno de nosotros bendición para los demás.

Abrazo grande

Paz y Bien

Ricardo

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