De ovejas perdidas y monedas encontradas


Para el día de hoy (08/11/12):  
Evangelio según San Lucas 15, 1-10

(Las dos parábolas que el Maestro vierte en los corazones de esos fariseos y escribas que buscaban cualquier excusa para defenestrarlo, pueden ser emocionantes y seguramente todos las conocemos y solemos recordar.
Sin embargo, ellas tienen ciertos matices en los que debemos ahondar.

Comencemos por el pastor: no sabemos porqué precisamente esa oveja se extravió, y quizás no importen tanto los motivos, como más bien su consecuencia. Está perdida y por lo tanto, se encuentra en grave riesgo.
Este pastor, sabedor de ello, no vacila en dejar libradas a su suerte a las otras noventa y nueve con tal de recuperar a la oveja extraviada. Más aún, seguramente la carga sobre sus hombros y así, con delicadeza y sin reproches, la regresa al redil.

Sigamos con la mujer de la dracma perdida: hace cosas fuera de toda razonabilidad para recuperar la dracma que se perdió. Enciende la luz en plena noche -en aquellos tiempos, el aceite de las lámparas era un bien escaso y muy costoso-, no vacila en despertar a toda la familia -que por lo general dormían todos juntos en la misma habitación- y pone todo su empeño e ingenio en recuperar esa dracma que para su familia es muy valiosa.

En ambos casos, tanto la mujer como el pastor actúan de modo extraño, o al menos fuera de lo usual.
La clave radica no tanto en la oveja y la dracma extraviada, como en el empeño de ambos en recuperar lo perdido.

Se trata de dos parábolas de conversión, conversión que tiene como destino cierto la alegría y la felicidad, y a ello se refiere el Maestro cuando expresa la fiesta que se desata en los ámbitos celestiales por cada pecador que se convierte, por cada uno de nosotros -tú y yo, vos y ella, todos nosotros- que nos ponemos en marcha al rescate de los que se perdieron, cuando nos volvemos capaces de renegar de cualquier egoísmo y nos volcamos por completo al rescate de tantas hermanas y hermanos -valiosísimos a los ojos bondadosos de Dios- y los regresamos al redil, al ámbito santo de esta familia creciente que llamamos Iglesia)

Paz y Bien



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