El altísimo comercio de Pedro Nolasco


6 de Mayo - San Pedro Nolasco

No hay fechas exactas, pero se conoce con cierta certeza que Pedro nació hacia 1183 en el Languedoc del sur de Francia, en Mas-Saintes-Puelles. De su padre aprende y hereda el oficio de mercader, que desarrollará años después cuando su familia se establezca en Barcelona.

Por aquellos tiempos -tiempos del esplendor del califato de Córdoba y del auge de la civilización mora por la península ibérica y todo el Mediterráneo- era habitual encontrarse con la situación de cautividad en la que vivían cientos de cristianos en manos sarracenas, cautividad que sólo podía revocarse mediante el pago de importantes sumas de dinero.

Eran hombres que languidecían en mazmorras oscuras, velados en su identidad, con su dignidad apisonada hacia la nada, con su esperanza en derrota, con su fé en disolución.
La libertad que le habían arrebatado tenía su contraparte en aquellos coetáneos que -a pesar de lamentos- se habían acostumbrado a esas cadenas que aplastaban a sus hermanos. Luego del opresor, la resignación es causal fuerte de toda cautividad.

Al joven seglar Pedro esto se le hacía intolerable, y sólo puede entenderse desde la compasión: mientras mis hermanos estén cautivos, yo soy cada vez menos libre.
A pesar de su oficio de comerciante, no se ha apropiado de su alma la avaricia por los bienes. Por el contrario, serán una mansa arma eficaz para liberar prisioneros. Y cuando se agotan sus cuentas, saldrá a mendigar monedas y a colectar fondos desde corazones solidarios para que no quede trunca su tarea.

Pedro desoye cualquier tentación a personalismos e individualidades; él advierte que esta tarea que descubre primordial y santa debe ser compartida, comunitaria, iniciativa fraternal. Por ello mismo convocará a otros con su mismo sentir, amigos suyos que se hermanarán en esta empresa propia de la Gracia, impulsados por el Espíritu de Aquél que anunció la Buena Noticia a los pobres, la luz a los ciegos y la liberación a los oprimidos.

Es menester ubicarse en las circunstancias históricas: por aquellos tiempos era natural, lógico y razonable embarcarse en aventuras militares para liberar de manos extrañas lugares santos y, a veces, ciudades cautivas, aventuras violentas que conocemos por el nombre de cruzadas.

Pedro y sus hermanos reniegan de toda violencia al igual que ese Jesús que reconocen en los rostros hundidos de los cautivos que ansían liberar.
Ellos levantan desde su humildad y mansedumbre banderas de libertad, de igualdad y fraternidad ocho siglos antes que la bandera brava de la Revolución Francesa, y el estridente silencio de sus vidas ofrendadas llegan hasta nuestros días.

Hoy la cautividad es otra, pero el dolor es el mismo, y es la misma humanidad ultrajada y sometida la que agoniza en tenebrosos lugares.
Hoy, en un mundo en que prevalecen el egoísmo y la avaricia expresados en la ignota crueldad de mercados financieros, de la subordinación absoluta al imperio del dinero, Pedro Nolasco vuelve a reivindicar y a decir que hay otro comercio, un altísimo comercio, un comercio santo que es el de empeñar todo lo que se posee para rescatar a un hermano en tinieblas, que nadie debería dormir tranquilo si otro sufre cadenas, que es intolerable toda opresión.
Y que cuando se acaba el dinero, se pone el cuero, los huesos, la propia vida como pago y rescate del prisionero, al igual que el Cristo de la cruz, del amor mayor por los demás.

Lo que cuenta y lo que importa es el otro, libre y pleno.

De tan humilde el laico Nolasco, que no quiso asumir ningún protagonismo personal. Su tarea y la de sus hermanos es primordial como primordial es la Misericordia.
Por eso las hijas e hijos que lo sucederán a través de los siglos no serán petrinos o nolasquinos, sino que se identificarán con la otra denominación de esa Misericordia que sostiene al universo: Merced.
Es la comunidad que se organiza y ordena en busca del bien mayor de la liberación, es la fraternidad de la Merced, de la Misericordia que se encarna, tus hermanas y hermanos Mercedarios.

Por eso hoy, memorial de tu vida santa, es dable y necesario repetir Pedro con tus hijas e hijos de este confín del sur que es imprescindible -más que nunca- en un mundo de opresiones, ser redentores con Jesús.

Paz y Bien


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