Canción de esperanza compartida

Para el día de hoy (17/05/12):

Evangelio según San Juan 16, 16-20


(La tristeza y el dolor son determinantes y definitorios; cuando ensombrecen alguna vida, pareciera que todo es oscuro, que no hay más que sombras y oscuridad con carácter permanente, que estos dolores que nos agobian nunca desaparecerán. Y tampoco está lejos el olvido, pues en tiempos así no recordamos todo lo bueno, todo lo luminoso y feliz que nos haya sucedido.

Es muy humano acotarse a un sentimiento de sufrimiento y de cruz, de no hay más que esto que somos y nos pasa, de futuro demolido por la resignación.
Es muy humano y tan humano que Jesús de Nazareth lo asume como propio, quizás porque Él es el más humano de todos nosotros, Dios que se hace historia, eternidad que se entreteje en el tiempo, infinitud que nos crece en esta pequeñez.

Jesús está vivo, y se renueva esa certeza de su presencia porque su alma inmensa, su Espíritu está entre nosotros sosteniéndonos e impulsándonos, jamás solos, nunca abandonados.
Él vuelve a hacerse presente en la mesa y el pan compartido, en cada gesto de bondad, en cada vida ofrendada por el otro, en cada sueño renovado, en cada acto de justicia y liberación.

Es el Reino que acontece en la comunidad, es la esperanza que se renueva como uvas nuevas de la vid -promesa del mejor vino- porque Cristo ha resucitado y vive entre nosotros, en este aquí y en este ahora.

Tal vez por ello tengamos pendiente una deuda de atrevimiento, un déficit de coraje: animarnos con todo su coraje a la esperanza, con todo y a pesar de todo, rebelándonos mansamente contra tantas señales de muerte.
Todos tenemos un destino de vivir para siempre)

Paz y Bien

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