Escribir sobre la vida de Juan Pablo II no es tarea sencilla - más aún para quien suscribe estas líneas -. Y esto se acrecienta cuando uno es hijo de estas tierras, cuando uno habita por estas latitudes.
En la Navidad de 1978, la decidida intervención de S.S. Juan Pablo II evitó en el último instante lo que sería una fatídica guerra entre dos pueblos hermanos, Chile y Argentina, pueblos que ya sufrían los horrores de dos dictaduras atroces.
Su mediación - indudablemente bajo la guía del Espíritu de Dios - logró preservar el bien social primordial, la paz y con ello, la conservación de miles de vidas.
Este país tiene una deuda de gratitud inmensa para con Juan Pablo II - y no sólo por esta acción de la Divina Providencia por su intermedio, sino por muchas cosas más que cometemos la inexcusable torpeza de olvidar.
Aún así, la intención es la de hacer referencia a otro aspecto de su Ministerio...
Juan Pablo II legitimó, reivindicó y honró uno de los títulos que por derecho le correspondía como Papa: el de Pontífice.
Pontífice: vocablo de raigambre latina que significa, literalmente, "hacedor de puentes".
Él, hombre de Dios, Vicario de Cristo, Sucesor en el trono de Pedro y para muchos de nosotros, un padre, edificó puentes evangélicos de amor y fraternidad para evitar el espanto de la guerra, en donde seguramente Cristo sería nuevamente crucificado.
Él ahora construye puentes entre Dios y los hombres, intercediendo ante el Altísimo por nosotros.
Paz y Bien
(Y así se nos plantea el interrogante: por el bautismo, todos compartimos con Jesús la vocación sacerdotal... Todos estamos llamados a construir puentes edificados con la Buena Noticia que acorten las distancias entre los hermanos y que permitan elevar la mirada al Padre... ¿Cómo estarán nuestros puentes?...)
En la Navidad de 1978, la decidida intervención de S.S. Juan Pablo II evitó en el último instante lo que sería una fatídica guerra entre dos pueblos hermanos, Chile y Argentina, pueblos que ya sufrían los horrores de dos dictaduras atroces.
Su mediación - indudablemente bajo la guía del Espíritu de Dios - logró preservar el bien social primordial, la paz y con ello, la conservación de miles de vidas.
Este país tiene una deuda de gratitud inmensa para con Juan Pablo II - y no sólo por esta acción de la Divina Providencia por su intermedio, sino por muchas cosas más que cometemos la inexcusable torpeza de olvidar.
Aún así, la intención es la de hacer referencia a otro aspecto de su Ministerio...
Juan Pablo II legitimó, reivindicó y honró uno de los títulos que por derecho le correspondía como Papa: el de Pontífice.
Pontífice: vocablo de raigambre latina que significa, literalmente, "hacedor de puentes".
Él, hombre de Dios, Vicario de Cristo, Sucesor en el trono de Pedro y para muchos de nosotros, un padre, edificó puentes evangélicos de amor y fraternidad para evitar el espanto de la guerra, en donde seguramente Cristo sería nuevamente crucificado.
Él ahora construye puentes entre Dios y los hombres, intercediendo ante el Altísimo por nosotros.
Paz y Bien
(Y así se nos plantea el interrogante: por el bautismo, todos compartimos con Jesús la vocación sacerdotal... Todos estamos llamados a construir puentes edificados con la Buena Noticia que acorten las distancias entre los hermanos y que permitan elevar la mirada al Padre... ¿Cómo estarán nuestros puentes?...)
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