Visitación: La fé en el Salvador es motivo de felicidad

 






Para el día de hoy (21/12/20):  

Evangelio según San Lucas 1, 39-45



No parece una situación muy cercana a la razón y a la realidad. Sabios y reyes, bravos soldados heroicos y caudillos han debido dar un paso a un costado. Hasta los sacerdotes, como Zacarías, han sido llamados a silencio.


Sin embargo, todas las ansias de un pueblo y la historia misma de la humanidad es puesta por Dios en manos de dos mujeres y de sus hijos, niños que aún no han nacido pero que ya se manifiestan con plena vitalidad en el seno de sus madres.


Porque la Visitación supone una ruptura profunda respecto de la estructura patriarcal pero más especialmente de los modos que se suelen imaginar para los hitos históricos. Y para colmo de males, esa ruptura es propiciada y amada por el Dios del Universo.


No son dos mujeres notables.

Una es descendiente de Aarón, hermano de Moisés, y está casada con un sacerdote del Templo de Jerusalem. A pesar de sus credenciales, es casi una anciana, por lo cual se la infiere más próxima a la muerte que cercana a una vida nueva.

La otra es una muchachita campesina, apenas prometida a un ignoto carpintero galileo, que luce un embarazo extrañamente sospechoso, pues ella misma se reconoce virgen. Ella no es tenida normalmente en cuenta de tan pequeña e insignificante que parece.


Una ser recluye a las sombras de las habitaciones hogareñas en su vergüenza en abuela/madre próxima.

La otra ni se contiene ni tiene nada de lo que avergonzarse, y se larga a los caminos extensos, sola sólo en apariencia. Vá con todas las prisas en su alma encendida, porque el amor y la solidaridad no admiten demoras ni excusas. Siempre empujan.

Son dos mujeres que, por tales, no tienen mínima relevancia.


Y se encuentran y se reconocen, y son sus cuerpos benditos -embarazos crecientes, vidas en ciernes, vidas multiplicadas- los que dan la primer señal. La presencia de uno de los bebés desata la alegría saltarina en el otro. Cuando nos encontramos de verdad, cuando salimos en la búsqueda del otro es posible el encuentro, la alegría, la profecía, los asombros de cada descubrir.


Isabel reconoce en plenitud a María. Se lo dice el Espíritu que la anima, se lo dice el hijo maravilloso que vendrá en breve. 

Bienaventurada. Dichosa. María es feliz por la plenitud de su confianza, por su escucha atenta, por permitir que el amor de Dios la transforme, por descubrirse -aún tan pequeña- capaz de realizar todos los imposibles, de que la vida se le crezca porque Dios está con Ella.


Porque la fé, señoras y señores, nos vuelve felices.


No es euforia pasajera ni explosión que se impone a otros. Es la mansa alegría que permanece contra viento y marea, a pesar de toda cruz. La sostiene la roca más firme.


Esas dos mujeres son hijas fieles de Sion, y concitan y resumen las promesas de su pueblo.

Pero maravillosamente todas las naciones de la tierra, creyentes o incrédulos, son bendecidas por ellas. 

El hijo de Isabel sigue siendo la voz clara que llama sin descanso a desertar de cualquier corrupción y al regreso a la solidaridad y a la bondad.

El hijo de María de Nazareth es Dios con nosotros, la eternidad que se hace historia, un Dios que se hace tiempo, se hace momentos, gestos, humanidad, un Niño, la vida que acunamos en nuestros brazos.


Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...

María, Visítanos 🙏 bendecida Semana para Todos y Todas 🙏 Paz y Bien 🙏

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