Dios prodigará salvación con la fiel participación de los hombres que esperan y confían















Para el día de hoy (18/12/19):  

Evangelio según San Mateo 1, 18-24








El Evangelio de Mateo tienen un carácter especialmente josiano, en contraste con el Evangelio de Lucas cuyo talante es preponderantemente mariano. Ello así porque San Mateo escribe, en primer lugar, para los cristianos provenientes del judaísmo, para quienes la ascendencia davídica del Mesías es esencial.

Por eso la lectura que hoy nos convoca debe ser reconocida, con toda exactitud, como la Anunciación de San José teniendo en cuenta la importancia decisiva que tendrá el carpintero de Nazareth en el plan de Salvación.

José es descendiente directo del rey David, y esa descendencia que le otorga José al niño que vendrá es fundamental: Jesús seerá también -según la antigua forma de expresarse- hijo de David y por ello legítimo heredero de la corona de Israel, tal como sería el Mesías prometido. Más aún, por el vínculo de José de Nazareth, en Jesús se cumplirán acabadamente todas las profecías de su pueblo.

La lectura tiene un planteo extraño, desacostumbrado pues nos refiere acerca de las dudas de José, pero sobre el embarazo santo de María no quedan dudas pendientes. Ella espera un bebé, y lo hace por obra del Espíritu Santo.
Por aquellos días, los esponsales judíos constaban de dos etapas: una, la celebración propiamente dicha que implicaba legalmente que un hombre y una mujer -según nuestros criterios actuales, una niña- estaban formalmente casados, y la otra, que luego de transcurrido un año de los esponsales el esposo conducía de manera solemne a la esposa al hogar familiar, inaugurando la convivencia y la consumación. Así pues el embarazo de María acontece, justamente, en ese lapso en el que los esposos aún no conviven.
Según los rígidos criterios imperantes en ese entonces, un embarazo que se gestara antes de la convivencia de manera casi indefectible conduciría a inferir adulterio, y la pena para ese pecado era capital, la lapidacón a las afueras de la ciudad. Pero hay más, siempre hay más.

San Mateo lo advierte: José de Nazareth era justo, y esa justicia implica a un varón que observa la Ley -o sea, que vive según su Dios-, pero más todavía, que ajusta su voluntad a la voluntad de Dios. Se trata de un tiempo nuevo, y en José hay una superación de la Ley que sólo sucede en el ámbito de la caridad y la compasión. Esa necesidad de un repudio silencioso responde, en parte, al amor a su esposa y a sus ansias de no provocarle un daño irreparable o una injuria pública.
Pero el hijo que se crece en María de Nazareth viene de Dios, y José está ante un misterio divino que lo excede y lo sobrepasa. Los justos actúan ai, sienten de esa manera, no soy digno de que entres en mi casa, quién soy yo para que me visites, apártate de mi que soy un pecador.

José duda, pero esas dudas no son por María, sino sobre sí mismo, y por ello quiere irse.

La voz de un Mensajero -voz misma de Dios- le aclara el horizonte durante el sueño. Nunca, jamás y por ningún motivo hay qye dejar de soñar.

Por José de Nazareth Jesús será descendiente de David y en Él encontrarán razón y ratificación todas las profecías. Por José de Nazareth Jesús tendrá una clara identidad como hijo de su pueblo y heredero de la fé de sus mayores, y nó un oscuro niño sin padre ni historia.
Nosotros tal vez hemos perdido la real dimensión, pero otorgarle el nombre a un hijo es importantísimo: un nombre revela carácter, identidad y misión y proyecto en la vida. El niño que se está gestando y que llegará en breve revela su trascendencia desde el nombre que su padre le otorga, Jesús: Dios Salva.

Por José de Nazareth Dios ingresa a la historia humana en urdimbre milagrosa, tiempo santo de Dios y el hombre.
Dios prodigará salvación con la fiel participación de los hombres que esperan y confían.

Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...

María, alimenta nuestra Esperanza! Paz y Bien 🙏

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