Que la bondad de Dios nos regrese la salud a los corazones













Para el día de hoy (04/09/18) 

Evangelio según San Lucas 4, 31-37








El Maestro se desplaza desde su Nazareth natal a Cafarnaúm. En su patria chica no ha sido bien recibido: antes bien, fué repudiado y varios de sus paisanos quisieron matarle, en rechazo abierto al profeta en su tierra.

Sin embargo Cafarnaúm no sigue una ruta lógica de fuga ni implica un destino azaroso de viaje.
Cafarnaúm -Kfar Nahum, pueblo de Nahum- se encontraba ubicada en la ribera noroeste del mar de Galilea y era un estratégico cruce de caminos: una ruta que provenía de Transjordania la atravesaba y se dirigía al sur, mientras que otra importante vía terrestre se dirige hacia el norte, hacia Egipto. En tal confluencia es razonable que sea un punto de encuentro de numerosos viajeros, y que éstos a su vez colaboren a difundir las enseñanzas del Maestro.

Esta cuestión de apariencia estratégica no hay contradicción con la acción misionero. No está nada mal aplicar la inteligencia, la perspicacia y hasta cierta picardía a la hora de sumar esfuerzos para buscar buenos frutos, servidores confiados del anuncio de la Buena Noticia.

Los vecinos de Cafarnaúm que asisten al Shabbat se asombran de Jesús de Nazareth: Él habla con tonada galilea pero enseña de un modo muy distinto al que están acostumbrados por parte de sesudos escribas y rigurosos fariseos. Unos, porque agobian a sus oyentes con una erudición que no necesariamente es sabiduría, que desborda de casuística pero que a su vez esconde lo que es importante, lo que en verdad cuenta, el amor y la presencia de Dios en medio de su pueblo. Los otros, porque el rigor prohibitivo que imponen los vuelve culpables irredimibles, buscadores de méritos y miedosos de castigos terribles que se les promete frente a sus pecados.

Este rabbí nazareno enseña de otra manera, con autoridad, y aquí hemos de detenernos un momento. El término autoridad tiene raíz latina, auctoritas, que a su vez nace del fonema griego augere, que significa -literalmente- hacer crecer, levantar, y más aún, aupar. Esas gentes se daban cuenta e intuían que el Señor no les sesgaba las existencias, sino todo lo contrario, hacía crecer en ellos su humanidad, despierta sus corazones dormidos, acuna en sus brazos las penas y con fuerza indudable les espanta los demonios que alienan, que no los dejan ser ni hacer ellos mismos, los levanta de todas sus postraciones.

Que Él vuelva a hablarnos con esa autoridad nueva y definitiva, y que el Espíritu nos renueve, capaces de escucharlos con atenta escucha, obediencia que libera y salva.

Paz y Bien
 

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