Las frágiles redes de la Iglesia jamás se romperán













Para el día de hoy (06/09/18):  
Evangelio según San Lucas 5, 1-11






La escena es cuanto menos desconcertante: Simón y los otros son pescadores avezados, es su oficio, son expertos en las lides de la navegación y la pesca. Saben que las horas nocturnas son las mejores para obtener los mejores peces y la mayor cantidad; sin embargo, aquella noche todo esfuerzo había resultado en vano, redes vacías y puro cansancio.
Aún así, ese artesano nazareno les viene a decir a esos pescadores expertos que se hagan a la mar a horas intempestivas y con métodos bastante extraños. Y a pesar de todo,le hacen caso: las redes desbordan de peces, parecen romperse, crujen las maderas de la barca, la quilla se sumerge más y más.

En esa ilógica, a partir de esa desmesura, Simón intuye que está frente a Alguien que es mucho más que un campesino galileo: se dá cuenta que hay una brecha inmensa entre el Maestro y Él, se descubre indigno de compartir las mismas pisadas y el mismo espacio de Jesús. Y otra vez hay una reversión increíble que sucede ahora luego de la conversión: Simón suplica en su indignidad descubierta que el Maestro se aleje...pero Jesús responde con un -no tengas miedo-, y su tarea diaria es transformada y santificada: el pescador de mar galileo será ahora pescador de hombres.

Es el tiempo nuevo de la Gracia, año infinito de Misericordia y compasión, de lo santamente irrazonable del Reino: se superan todas las expectativas previas, la desmesura de bondad es imposible de racionalizar.
Esa Gracia -que es la ternura de Dios en la historia humana- se hace también horizonte y misión: la invitación a Simón y los otros es invitación a todos y cada uno de nosotros.

El mar es ancho, muy ancho y muy profundo, y hay demasiados peces a la deriva, multitudes de hermanos sumergidos.
Las redes de la Gracia no se rompen, y es tarea sagrada mantener -ante todo- a esos pequeños peces con vida, sacarlos a flote de las profundidades de la miseria, la soledad, el olvido y el dolor.

Sin embargo, es menester darse cuenta de lo obvio: la clave/llave está en las bondades infinitas de las redes, es decir, en lo maravilloso de la Gracia.
Cuando nosotros -pequeñísimos pescadores- lo olvidamos, todo esfuerzo se vuelve vano y serán noches de cansancio extenuante y redes vacías.
Así en nuestras comunidades, así en esta barca a veces vacilante que llamamos Iglesia: cuando el acento se pone en las capacidades de Pedro, en las virtudes de los anzuelos, en lo atractivo de la carnada, comienzan los problemas y miles de peces seguirán en las profundidades negras del mar mundo.

La Iglesia se vuelve fiel pescadora de hombres cuando pone su fé en las bondades increíbles de la Gracia que conforma las redes, redes que son eficaces aún en horarios intempestivos e ilógicos, redes que se ensanchan sin romperse plenas de peces vivos aún en aquellos retazos de mar que, en apariencia, no ha de esperarse ningún buen resultado, aún cuando cimbree y vacile el maderamen de estas pequeñas y frágiles barcas de nuestras existencias.

Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...

Que cada uno, no tenga dudas, navegue mar adentro, y echemos las redes..Paz y Bien

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