El servicio, camino de felicidad cristiana














Para el día de hoy (26/04/18):  

Evangelio según San Juan 13, 16-20








La pregunta que sobrevolaba los ambientes era siempre referida a su misión e identidad -¿Quien eres tú?-. La presencia del Maestro suscitaba interrogantes, controversias, no pasaba inadvertido, y es una cuestión también crucial para todos nosotros. Saber quién es. Saber qué significado tiene en mi existencia. Descubrir su Pascua cotidiana, encontrarle allí precisamente en donde lo pasamos por alto, imbuídos en los quehaceres cotidianos, en la locura diaria, montados para peleas que nunca debieron ser nuestras.

Ya en varias oportunidades Cristo se ha valido de la expresión -Yo Soy- para revelar sus raíces divinas, su carácter mesiánico, su absoluta identidad con el Padre: el tempo de la lectura de este día cambia radicalmente pues la revelación se proyecta desde el presente hacia el futuro, hacia todas y cada una de las historias futuras de la Iglesia, de la humanidad, de cada uno de los creyentes.

El énfasis del mensaje se encuentra en los gestos. Esta revelación acontece mientras el Maestro lava los pies de sus amigos,  humilde servidor, casi un esclavo, que se ofrenda sin reservas para la vida de los demás.
El origen mismo de la comunidad cristiana se encuentra allí, afincado en el corazón sagrado del Señor, en dinámica santa del servicio, el otro nombre del amor que es esencia de Dios, amor que es principio, camino, fuerza, método y destino.

Como la zarza ardiente para Moisés -signo inequívoco y santo de la presencia de Dios-, la cruz será elevada como señal absoluta del amor de Dios en Jesucristo. Y se inaugura, digan lo que digan, una nueva generación de privilegiados, aquellos que quieren vivir de acuerdo a la Buena Noticia, los que no se resignan y se revisten de la esperanza que fecunda el Espíritu, los que prefieren morir a traicionar, los que confiesan la fé aún en los ambientes más sombríos, aún frente a la amenaza de violencia más inverosímil, los que reclaman el privilegio de ser últimos, de no figurar, de ceder el paso al hermano..

La Salvación posee una constante realidad pues se ha encarnado en la historia merced al amor de Dios en Cristo y se renueva a diario en sus hermanas y hermanos.

Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...
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