Fundamentos de justicia




Para el día de hoy (17/06/15):  

Evangelio según San Mateo 6, 1-6. 16-18




En la fé de Israel, la limosna, el ayuno y la oración eran prácticas religiosas usuales, todas ellas prescritas en la Ley. 
En tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la nación judía era una ignota provincia del Imperio Romano, ocupada por las poderosas legiones estacionadas en la zona; a ello, es menester añadir la influencia de pueblos extranjeros a sus puertas, como por ejemplo en la Decápolis, y la mixtura cultural que sucedía en regiones como Galilea, por la  presencia de colonos foráneos instalados allí luego de una de las tantas derrotas militares sufridas por Israel.

Todo ello preocupaba enormemente a los guardianes de la ortodoxia. La presencia gentil, la influencia de los extranjeros implicaba una amenaza directa a la fé y la identidad nacional de Israel, y por ello -a modo catequético- indicaban que esas prácticas usuales fueran bien visibles y exhibidas con gestos grandilocuentes, de modo que su ejercicio impulsara a otros a realizarlos. En cierto modo, era una reafirmación de la soberanía del Pueblo Elegido.
Sin embargo, el Maestro criticaba todo esto sin ambages, y ponía en guardia a sus discípulos en contra de tales actitudes.

Él es específico: hay que cuidarse de la hipocresía.
El término hipocresía proviene de hypokrisis, que se entiende por fingir, por actuar figuradamente, literalmente significa responder con máscaras, es decir, interpretar un papel. Es el temible riesgo de la pura exterioridad sin corazón ni conversión, que sólo busca el reconocimiento ajeno. Allí está su pago y su fin.

Quizás el mayor problema de esa pura exterioridad es el olvido de Dios y del prójimo, y el concentrarse en el propio ego.

En el horizonte del Reino, en la pura sintonía de la Gracia, es tiempo de hechos concretos y humildes, tan discretos y sencillos como la Madre del Señor, una muchacha nazarena que casi nadie vé excepto la mirada amorosa de Dios.
Porque la limosna no es dar lo que sobra para los pobres, sino ofrecer generosamente lo propio para que el hermano no pase necesidad. Y más aún, es la santa y mansa rebeldía contra la afirmación de que todo tiene precio, ofreciendo la propia existencia en favor de los necesitados, de esos hermanos en donde resplandece el rostro de Dios.
Así el ayuno también será poblar de alimentos el plato vacío de los más pobres con la propia comida, en solidaridad fraterna, afirmando en silencio que nadie debe pasar hambre, que ningún hijo de Dios ha de penar hambre y abandono.
Y la oración, corazón adentro, que nos pone en sintonía de Dios, canal por donde la vida se renueva, por donde la eternidad florece en el aquí y el ahora.

Ayuno, limosna y oración son fundamentos de justicia cristiana, en la perspectiva de Dios y del hermano.

Paz y Bien

1 comentarios:

pensamiento dijo...

La justicia verdadera y progresiva nace del amor. Gracias, buen día.

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