Mirada evangélica


Para el día de hoy (22/06/15):  

Evangelio según San Mateo 7, 1-5




Convivir es mucho más que un acontecer biológico o social. Convivir implica vivir con los demás, con los que me agradan y con los que no, con los que soy afín  y con los que mantengo distancia, con los que discrimino entre propios y ajenos.
Es un paso más allá de la simple reciprocidad, toda vez que se encuentra implícita una demoledora obviedad, que es el derecho a la existencia del otro a su modo, con sus características, sus particularidades, su identidad. Y más aún, en el plano de la Gracia significa reconocer que allí hay un hermano, tan hijo de Dios como el que más, como uno mismo.

Juzgar al otro es tomar para sí atribuciones que no se tienen, que son propias de Dios, de un Dios es es misericordia. Juzgar es someterse a la parte nimia -la paja en el ojo ajeno- y transpolarla injustamente a la totalidad de la persona, determinando la imposibilidad de cambio y quizás reconociendo, sin buscarlo, en el otro las propias vigas, vigas que en el fondo impiden reconocer al hermano como tal.
Allí se enraizan enconadamente los prejuicios, los  resentimientos, las discriminaciones. Pero quien queda desalojada es la justicia, porque no hay espacio para la Buena Noticia.

Es menester recuperar, como hijos fieles de la Gracia, una mirada evangélica.

Recuperar al otro en tanto que tal, saber mirarnos tal cual somos, con nuestras transparencias y nuestras opacidades, nuestras fidelidades y nuestros quebrantos. Purificarnos de esas ponzoñas tan aceptadas pero tan nocivas que envenenan toda convivencia y aplastan los brotes nuevos del Evangelio.

Paz y Bien

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