En donde resplandece el rostro de Dios




Santos Ángeles Custodios

Para el día de hoy (02/10/14) 

Evangelio según San Mateo 18, 1-5. 10



Las discusiones acerca de la preeminencia de unos sobre otros eran demasiado frecuentes entre los discípulos. A menudo desembocaban en furibundas controversias, dado que querían dejar bien claro quien era y sería el de mayor jerarquía, pues estaban seguros que el fin del ministerio de Jesús era restaurar la perdida corona davídica en Israel que restauraría su nación, que se impondría con violencia militar por sobre sus enemigos, que gobernaría ornado de poder y gloria muy mundanas.
Pero el Maestro, en todas esas ocasiones había respondido de igual modo y con la misma contundencia: el mayor es el que se hace como un niño, como el más pequeño, y más aún, el que se pone de lado e iguala al que no cuenta, al invisible, al insignificante.

Aquí debemos detener el paso por un momento, y recordar la situación de los niños en la Palestina del siglo I, especialmente entre la nación judía: un niño carece de relevancia y derechos, un niño es menos que una persona pues se le considera un hombre aún incompleto. Por ello Jesús de Nazareth se refiere a los niños y a los que son como ellos, insignificantes, irrelevantes, los que nadie presta atención, los que nadie escucha ni mira, los que no son tenidos en cuenta.

Esta afirmación del Señor tiene un significado amplísimo en su trascendencia, y unas consecuencias terribles para las mentes más estrictamente acartonadas. Porque el hacerse como niños implica anonadarse -hacerse nada-, volverse pobre y desprovisto de privilegios junto con los últimos entre los últimos, los excluídos, los olvidados. 
Es una conversión extrañamente secular, pues signfica converger la totalidad de la existencia hacia el hermano indefenso, el más pobre, el descartado por el mundo.

Pero el discípulo se convierte hacia los más pequeños porque sabe, por el Maestro, que en ellos resplandece el rostro de Dios, un Dios amorosamente parcial con el que sufre, un Dios que se inclina hacia donde menos se le espera. Y es un amor concreto, sin abstracciones, sanguíneo y a la vez profundamente espiritual. 
Es el coraje que reviste los corazones de aquellos en los que se ha hecho carne, existencia la Buena Noticia, aquellos capaces de asumir todas las miserias y pobrezas para que nadie más sufra, para que los últimos den un paso adelante, en justicia y fraternidad.

Porque olvidar a los pequeños es olvidar el amor de Dios que llueve primero en los sitios más ignorados, renegar de la Providencia y volverse sordo a esos Mensajeros de noticias buenas, siempre atentos a los corazones lastimados de los pequeños pues siempre están atentos al amor de Dios.

Paz y Bien

2 comentarios:

pensamiento dijo...

Dios nos invita a hacernos pequeños, a bajar de nuestros altos tronos y aprender a ser niños ante Dios, Gracias.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Pensamiento, ante todo debo disculparme. Su presencia en este pobre blog es muy generosa en su fraternidad y en la calidez de lo que expresa con asiduidad, y no sé ordenarme los tiempos, de tal modo de poder agradecerle en tiempo y en forma todo el bien que hace. Pues lo que comparte engalana y enriquece las tan a menudo escasas líneas que comparto.
Aún así, quiero expresarle mi sincero agradecimiento aunque no sea tan explícito, y decirle que lo llevo conmigo en la oración, allí en donde Dios nos convoca y todos nos encontramos.

Dios le colme con su alegría.

Un afectuoso saludo fraterno

Paz y Bien

Ricardo

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