Buscamos en nuestras noches la luz del Resucitado

















Para el día de hoy (21/04/20):  

Evangelio según San Juan 3, 7b-15








Nicodemo busca a Jesús en la noche.
Los motivos pueden parecer un resguardo del prestigio como integrante del Sanedrín y el evitar posibles represalias como discípulo incipiente y simpatizante honesto de Jesús de Nazareth. Pero hay una noche en su alma que parece insuperable, y esas nubes se disiparán en su Pascua personal luego de la Resurrección.

Será el Espíritu de Dios quien guiará a Nicodemo y a todas las hijas e hijos de Dios hacia el día definitivo de la verdad y del bien. Ese Espíritu es el Espíritu del Resucitado.

Espíritu de amor que nos hacer decir y reconocer a Dios Abbá.
Espíritu de fortaleza, de templanza. Espíritu de paciencia, que es la verdadera ciencia de la paz, hija dilecta de la justicia.
Espíritu que es savia del árbol de la Iglesia y por el que surgen de continuo y a través de los tiempos frutos de santidad, revestidos de humildad y servicio.
Espíritu de vida eterna, de vida perenne que desaloja la inexorabilidad de la muerte.

Es menester nacer de nuevo a ese Espíritu que sigue creando y re-creando, a todos y cada uno de nosotros, al universo entero.
Espíritu libérrimo que no puede ser contenido al igual que el viento, pero que puede reconocerse su presencia y su huella a cada momento, en cada día, sin excepciones, en cada gesto de bondad, de cortesía, de heroísmo, de servicio silencioso, de vida hecha ofrenda, de ternura, de amor incondicional.
Espíritu que destella en aquellos que elevamos como ejemplo al honor de los altares, pero que también destella en nuestro vecino, en quien no conocemos, en los amigos, en los hijos.

Espíritu de unidad inquebrantable, tan sagradamente comprometido como la Encarnación de Dios en Jesucristo, Dios con nosotros, Dios en nosotros, Dios por nosotros.

La serpiente de bronce hecha por Moisés a indicaciones de Dios, salvaba a los peregrinos de la muerte segura en el desierto si posaban su vista en ella, milagro de la vida cuidada.
Contemplar al Cristo levantado en la cruz, por el impulso de ese Espíritu de verdad, nos traspone las duras fronteras del horror y nos conduce al mar calmo de la Salvación, puerto seguro de los sueños de Dios para todos nosotros.

Paz y Bien

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