Testigos del amor de Dios




Para el día de hoy (10/03/16): 

Evangelio según San Juan 5, 31-47




La situación del Maestro iba tornándose cada vez más densa, cerrada, asfixiante; por más argumentos que esgriman, los dirigentes de la ortodoxia religiosa de Israel procuraban su muerte por todos los medios, y ello se evidencia en el tenor de las acusaciones que disparan contra Él de modo inmisericorde.
Por ello es que la lectura que nos ofrece la liturgia del día se asemeja a un complicado litigio judicial:frente a sus numerosos y violentos acusadores, Jesús de Nazareth brinda los motivos de la veracidad y validez de su causa y misión.

Una de las claves es que no habla de sí mismo, en favor propio, sino que se expresa como testigo. El término proviene de su raíz latina testis que implica a una persona que se ubica como tercero en una contienda, y que por su vivencia personal -sabe y conoce- puede ofrecer un testimonio veraz y legítimo por haberlo vivido.
A menudo, cuando la verdad resplandece trastoca lo que parece inamovible, y Cristo el acusado -y ya condenado de antemano, de allí el pre-juicio- se convierte en acusador por poner en evidencia que esos hombres pueden ser muy religiosos, hasta religiosos profesionales, pero en sus corazones no hay fé porque esos hombres, tras una fachada de piedad extrema, han caído en una idolatría que no admite el señorío de Dios.

La Ley es santa y sagrada, más es bendición a favor del hombre y por ello tiene un carácter en cierto modo instrumental al expresar los deseos de Dios en cuanto a la libertad y la convivencia de la comunidad. Sin embargo, cuando se extravía su referencia primordial, ese Dios que le confiere su sentido último, la Ley deviene en imposición peligrosamente intrascendente que se absolutiza infringiendo duras cargas sobre las espaldas del pueblo. Así el Señor explicará que no viene a abolir la Ley sino a darle pleno cumplimiento, es decir, que se la observe y se la venere como don de Dios a su pueblo y no como fin en sí misma.

Cristo no se detendrá en profusos razonamientos ni se embarcará en casuísticas interminables y estériles: las obras que realiza hablan por sí mismas del infinito amor de Dios que se expande en estos arrabales a través de Dios con nosotros, Cristo nuestro hermano y Señor.

Más aún, una mirada valiente y creyente que se atreva a ir más allá de las apariencias, puede descubrir que toda la historia y el universo señalan y confluyen en ese Cristo que permanece firme y fiel hasta el final.
 
Por eso el rostro primero de la vocación cristiana es asumirnos desde los huesos como testigos del amor de Dios porque lo hemos vivido, lo reconocemos en nuestra existencia y esa es la verdad que nos mueve y conmueve, que nos impulsa, que nos define e identifica.

Paz y Bien
 


0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba