La plenitud de la Ley y los Profetas




Para el día de hoy (02/03/16): 

Evangelio según San Mateo 5, 17-19




Jesús de Nazareth era un fiel hijo de su pueblo, respetuoso de las tradiciones de sus mayores. Fué criado y educado por sus padres en la fé de Israel, cumpliendo con todas las prescripciones religiosas que a su vez se fundamentaban tanto en las Escrituras -Torah- como en las antiguas enseñanzas de ese pueblo, transmitidas de generación en generación.

Es por ello que la declaración que el Maestro realiza acerca de la Ley y los Profetas es un mensaje refulgente de esperanza: Él no derriba lo que pacientemente se ha ido edificando a través de los siglos, no desprecia la sabiduría que está allí, al alcance de los creyentes. 
Lo usual es declarar lo nuevo y arrasar con lo viejo hasta los cimientos, y así se pierde el continente de los pueblos, su memoria y su historia. Nada de eso hace el Maestro, asume en su propia existencia, en su propia persona las ansias de justicia, la fé y el esfuerzo de las generaciones que lo precedieron, haciendo que éstas cobren un sentido total, a pesar de todos los olvidos y los desvíos de el Dios que suscitaba esos sentimientos, esos vínculos, esos gritos libertarios. Porque la Ley es una invitación a la reciprocidad y un memorial perpetuo de con-vivencia y con-cordia, y los Profetas son un clamor siempre joven que despierta el hambre y la sed de justicia que a menudo se apagan por el miedo o las comodidades.

Sin embargo, el Maestro también sabe dentro del horizonte de esas tradiciones, que renegar de la Ley y abjurar de los profetas es causal de maldición. Él no reniega, no abroga, no derriba, realza e ilumina los sueños de Israel y de todos los pueblos, porque con Él llega la bendición a todas las naciones.

Es por ello que refiere al cumplimiento de el más pequeño de estos mandamientos: no establece aquí un rango jerárquico dentro de la Ley, está hablando humildemente del Reino que inaugura y que plasma efectivamente en las Bienaventuranzas.

Desde allí, ciertos cinismos y ciertos escepticismos sin gratitud han de ceder paso e importancia. Dios con nosotros -Cristo- significa también que que los esfuerzos y anhelos de los pueblos en pos de una vida mejor, de la felicidad, anidan en lo profundo del corazón sagrado de Dios.

Paz y Bien

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