Pecador, pescador



Domingo 5º durante el año

Para el día de hoy (07/02/16): 

Evangelio según San Lucas 5, 1-11




Simón, Santiago y Juan, junto al Maestro, son los nombres que protagonizan la lectura que la liturgia para este día nos ofrece. 
El nombre que los identifica es exacto, pues refiere a que esos hombres aún no son discípulos plenos si bien han conocido a Jesús: su vida transcurre como siempre, entre la vida familiar -el Maestro sana a la suegra de Pedro- y el trabajo cotidiano en el mar de Galilea, pues era pescadores de oficio.

La multitud se agolpaba para escuchar esa Palabra tan nueva y extraordinaria de ese joven rabbí galileo. Pero cada uno de ellos vuelca allí sus ansias, sus necesidades, sus intereses y criterios, y quizás haya más necesidades urgentes que la búsqueda de Dios, de una vida nueva, de la verdad. Las multitudes a veces son como ríos caudalosos que no hay que detener pero es menester estar siempre dispuestos a ir contra la corriente, a saber tomar algo de distancia para evitar los arrastres vanos, y el Maestro lo sabe. A su vez, no abandonará a esas gentes a su suerte, y por eso se pone a enseñar, tomando algo de distancia, una distancia que evita la pérdida de perspectivas. Por ello se sube a la barca de Simón, pues Cristo se expresa y enseña a través de la barca frágil de la Iglesia.
Esa conjunción es asombrosa, revela una confianza que no solemos retribuir e implica que Dios se hermana al hombre en la tarea de la Salvación. Pero otra vez es menester tomar distancia: la enseñanza, las primacías, la Salvación son suyas, fruto de su amor eterno.

Volvamos a esos pescadores galileos. Son pescadores profesionales, de su habilidad y experiencia depende el sustento familiar; saben que el mejor momento para la pesca es la noche, así como conocen en qué zona del mar están los bancos de peces, para que su tarea no sea vana. 
Entonces sucede algo muy extraño: el Maestro -que es sólo un carpintero de tierra adentro- le indica a esos expertos pescadores que en pleno día se internen mar adentro y echen las redes. Es algo poco congruente con lo razonable, y Simón lo sabe, pero hay en él algo más que lo lleva a confiar, y esa confianza es el paso segundo de la fé. El paso primero es el de Dios que nos busca en Cristo.
Pero ese paso de confianza abrirá un tiempo infinito de asombros y milagros.

La pesca es la pesca de sus vidas, a deshoras, ajena a toda lógica. Las redes están tan llenas que parecen romperse, pero siguen firmes, conteniendo miles de peces. Es la fragilidad de la Iglesia, que se percibe pero que milagrosamente perdura por la Gracia de Dios, la Gracia que ha llenado redes y corazones de esos pescadores cuyos ojos se agrandan según transcurre la pesca.

Simón lo intuye, pues las cosas de Dios se albergan en las honduras del alma. Y se dá cuenta del abismo enorme entre ese Cristo que lo impulsa a navegar de otro modo novedoso, un Cristo que no es solamente un aldeano pobre, sino el Salvador, y su propia persona que reconoce mínima, ínfima, limada por el pecado y las miserias que porta.
Pero se trata de un tiempo nuevo. No es un tiempo de castigos, de ajustar cuentas, sino de rescates salvíficos. A pesar de la estatura empequeñecida de Simón, es invitado por el Maestro a una vida nueva junto a Él, tiempo de abandonar miedos y arribar a la tierra prometida, la tierra definitiva del perdón, de la Gracia, de la misericordia de Dios.

Hay una nueva vida para Simón, para los otros, para todos nosotros. La señal primera es el nuevo nombre, Pedro, nombre nuevo para una vida nueva que es misión y servicio, y que es alegre invitación a todos y cada uno de nosotros.
A pesar de nuestras miserias, somos pecadores invitados por la Gracia de Dios en Cristo a una existencia santificada en el amor de Dios, en su justicia, en la bondad de mantener a tantos peces perdidos en las redes de la compasión.

Del pecado siempre se puede regresar por el sendero seguro del perdón de Dios. Pero es menester celebrar esa bondad infinita desertando con fervor de toda corrupción, mansamente rebeldes contra la muerte que se expande de la mano del egoísmo y la soberbia.

Paz y Bien

 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bella síntesis: pecador, pescador.
Un saludo en el Señor Jesús.

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