Un Dios molesto




Para el día de hoy (27/03/15) 

Evangelio según San Juan 10, 31-42




En esa tierra palestina a veces tan rigurosa, los habitantes del lugar se mimetizan con el paisaje rocoso, duro y agreste. Quizás por ello su constante tendencia a utilizar las rocas que pueblan el suelo; piedras para tirarle al invasor, piedras para ejecutar adúlteros, piedras para matar blasfemos. Piedras para tratar de eliminar a Cristo.
Pero tal vez no se refiera a las rocas de los suelos, sino más bien al pedregal que se les ha formado en los corazones.

Esos hombres, en una vorágine de odio que encontrará su epicrisis en el muy cercano Triduo Pascual, quieren apedrear, lapidar a Jesús de Nazareth no tanto por todo lo que ha hecho -especialmente los signos de sanación, los milagros inexplicables- sino por lo que consideran una blasfemia imperdonable. No hay malentendido: ese Cristo que se revela como Hijo de Dios, idéntico al Padre, los enfurece, y se choca de plano con su concepto acerca del Dios en el cual se afirman, una imagen sobre la cual han edificado toda su existencia. Pero se trata de eso, de una imagen.

Cristo se revela como un Dios molesto.
Las señales -los milagros- que realiza, las palabras gratas de inclusión, su mensaje de justicia y paz conmueven a creyentes y a incrédulos.
Los problemas comienzan cuando la persona de Cristo nos interpela, se involucra en nuestras vidas, pues es tan humano -el más humano de todos- que a su vez todos en Él podemos espejarnos, y medirnos, terriblemente disminuidos en justicia, en misericordia, en humanidad.

A ese Dios molesto le solemos preparar las piedras de la indiferencia o del pecado. 
Pero Cristo no muere por las piedras ni por las trampas violentas, sino que la cruz se eleva porque Él generosamente ofrece su vida para que todos vivan.

Paz y Bien


1 comentarios:

pensamiento dijo...

Muchas, gracias por este compartir, que pase un buen día.

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