Viñadores homicidas



Para el día de hoy (06/03/15) 

Evangelio según San Mateo 21, 33-46



Al adentrarnos en las aguas de la parábola que el Evangelio para el día de hoy nos ofrece nos encontramos inmersos en una creciente espiral de violencia. Desde la primeras piedras arrojadas intuimos que lo que todo decide es la intención de apropiarse forzosamente de lo que no les pertenece a esos viñadores homicidas.
Y cuando una voz clara de justicia -un profeta- se alza firme recordando a los apropiadores que ello está mal, que la viña no les pertenece, a ese profeta se lo acalla con otro espiral de violencia que suele comenzar con la aplicación de mordazas de ortodoxia que nada tienen de misericordia.

Esa violencia y velocidades para apropiarse de lo ajeno persiste hasta nuestros días, y en muchos estratos esa usurpación se ha institucionalizado. De allí los enfrentamientos, batallas siempre desiguales que desembocan inevitablemente en la cruz como castigo, como seña de marginalidad en donde la compasión y el amor se excluyen con furias intensas.

Una actitud pasible de ser encontrada es la observancia estricta sin piedad y sin corazón. Tras ese rigorismo se esconde el olvido del Dios que le confiere sentido, y allí comienzan a volar las primeras piedras. Las vidas aferradas a la Ley que desechan la Gracia son precisamente eso, vidas des-graciadas.
Otra actitud presente es la de considerar al hermano -especialmente al más humilde, el pequeño, el que no se vé o no tiene poder ni fueros- como herramienta a utilizar y a descartar llegado el caso. Allí, a pesar de lo gravoso de la expresión, se concertan sacrificios humanos, pues tras la excusa de la praxis, de los medios justificados por los fines buscados, se aniquila al hermano en los altares de la soberbia.

En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, la ingeniería de la época solía colocar una piedra primaria, importante, basal, en las esquinas de las casas, en donde se unían los muros: físicamente, en esa piedra se soportaba el peso de los muros, de tal suerte que si ésta se quitaba, todo se vendría abajo, todo caería.

Cristo es la piedra angular de la Iglesia y de nuestras existencias. Cuando a Él se le deja de lado, invariablemente habrá derrumbos, al igual que cuando la viña no tiene frutos, o cuando nos permitimos que aflore, por interese espurios y mezquinos la violencia y la omisión flagrante del hermano.

Paz y Bien

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