Ambiciones




Para el día de hoy (04/03/15) 

Evangelio según San Mateo 20, 17-28


El Maestro, en camino a Jerusalem, les dice a los suyos que allí, en la Ciudad Santa será entregado a manos de sus enemigos enconados, sumos sacerdotes y escribas, y que será condenado a muerte por éstos. El horror no cierra con esa cuestión, sino que Él anticipa también que luego de la condena a muerte se encargarán los paganos -el pretor y la soldadesca romana- de azotarle y crucificarle como el más abyecto de los criminales. Pero que con todo y a pesar de todo, al tercer día resucitará. 
Nunca ha sido para con ellos tan claro y contundente, y la Cuaresma es precisamente eso, hacer memoria y presencia de la Pasión y Resurrección del Señor. La Pasión acontece hoy tanto como el amor, que todo lo actualiza.

Sin embargo, esos hombres, los Doce, parecen no darse cuenta de la gravedad y del misterio del momento.
En otro plano y circunstancia, quizás arriesgaríamos la suposición de un mecanismo inconsciente de autodefensa, para obviar el horror, para pasarlo de largo y no cargar con algo tan doloroso. Más en realidad, lo que sucede es que están inmersos en su propios intereses, que sus caminos no son los de Cristo, y que siguen aferrados a viejos esquemas mesiánicos de poder, de dominio, de fuerza. Su origen pobre y humilde devino en ambiciones reivindicatorias de notoriedad y de ejercicio de esa injusticia que los ha sometido a ellos y a sus padres durante tanto tiempo.

Dos de ellos, Juan y Santiago hijos de Zebedeo y Salomé, llamados Boanerges -los hijos del trueno- por su carácter voluble y explosivo, destacan por sobre los demás. Pero no se atreven, aún errados, a pedirle al Maestro lo que ansían, y por ello es su madre la que le ruega a Jesús de Nazareth un trato preferencial para sus hijos en el futuro Reino que imaginan gobierno poderoso, corona, honores, a su derecha y a su izquierda.

Pero a la derecha y la izquierda de Cristo sólo se avizoran maderos crueles que germinan un abrazo inmenso y redentor para la humanidad.

Quizás porque se trata de una madre preocupada por sus hijos, o más aún, porque el Maestro es infinitamente paciente, es que no truena un reproche ni se asoma un escarmiento. Ellos, en realidad, no saben lo que pìden porque no alcanzan a comprender el destino elegido y la misión de Salvación del rabbí galileo.

En la santa ilógica del Reino, el poder es servicio. El que crece y se engrandece es aquél que se vuelve servidor generoso e incondicional de sus hermanos, el que se hace último para que los olvidados y descartados avancen un paso más adelante, el que se hace un reo de muerte y un marginal para que no haya más crucificados.

Que las ambiciones de la vida cotidiana, algunas imaginarias, algunas impuestas, no nos hagan perder de vista el misterio infinito de la Pasión del Señor, misterio del amor abundante e incondicional de Dios con nosotros.

Paz y Bien


2 comentarios:

pensamiento dijo...

Muchas, gracias, por este compartir.

José Ramón dijo...

Ricardo Preciosa narración, mis Felicitaciones como siempre Saludos

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