Involucrarse



Para el día de hoy (08/01/15) 

Evangelio según San Marcos 6, 34-44





Para un Dios que se hace un Niño pequeño y frágil, la violencia es insostenible.
Para un Dios tan pobre y humilde, el hambre que se impone es intolerable.
Para un Dios que se deja encontrar por aquellos que lo buscan desde un corazón sincero, no se puede seguir mirando para otro lado.

El pesebre de Belén señala un éxodo del Templo de piedra hacia una persona, un bebé santo de nuestra Salvación. Y por ese niño, por ese Dios que se encarna, que se hace humano, que acampa entre nosotros, cada mujer y cada hombre es es un templo vivo y latiente en donde se rinde culto al Dios del universo.

Dios que se encarna es Dios que se hace pariente cercano, hermano, padre, madre, hijo querido. Dios familia, y por ello ese Cristo -grato rostro de Dios en nuestros arrabales- considera a cada hombre y a cada mujer como hermanos suyos, sin distinción ni precondiciones.
En esa sintonía, todo lo que hace el Maestro lo hace por los suyos, aunque los suyos a menudo lo rechacen. Y cada uno de sus gestos y sus palabras y sus acciones tienen el perfume de la compasión, el sufrimiento y el dolor del otro asumidos en la propia humanidad, desde un corazón que sólo expresa misericordia.

Pueden cambiar circunstancias, culturas y entornos, pero la raíz es la misma. Lo que no puede ni debe aceptarse -el hambre, la violencia, la injusticia, la soledad impuestas- requieren corazones que se involucren, que no se resignen, que no se excusen buscando soluciones distantes y ajenas.
Planes y proyectos son necesarios, pero carecen de sentido, de destino cuando se originan en espectadores inconmovibles, cómodamente instalados en sus propias seguridades y en las cátedras soberbias de lo que deben hacer los demás.

El barro se transforma en vasijas de vino bueno cuando se modela con manos compasivas. Así, nuestras acotadas existencias -nuestros escasos panes y peces- cuando se comparten, se vuelven mesa grande para todos los hambrientos y abandonados, y más aún, para los que aún no han llegado pero que sin duda vendrán.

Compartir es un milagro, y lleva la bendición eterna de Dios.

Paz y Bien

1 comentarios:

pensamiento dijo...

Gracias.

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