Los desconocidos y silenciosos testigos de la Buena Noticia



Para el día de hoy (14/02/14):  
Evangelio según San Marcos 7, 31-37


Los hemos encontrado muchas veces, quizás sin advertirlos, en los Evangelios. Son seguidores de Jesús de Nazareth, en apariencia anónimos, mujeres y hombres que con mucha fé y tenaz confianza llevan hacia el Maestro silenciosamente a muchos dolientes, enfermos, oprimidos.

Estuvieron allí, por ejemplo, cuando la suegra de Pedro se encontraba postrada por la fiebre. Son los cuatro hombres empeñados en llevar a la presencia del Señor al paralítico, abriendo boquetes en el techo. Son todos los que llevaban a los enfermos en camillas y las colocaban al paso de Jesús, en servicio de Salvación, y son tantos otros aún en nuestros días.

Son seguidores del Señor, discípulos desconocidos, servidores de liberación, sal de la tierra y luz humilde de este mundo, a medio camino entre los Doce y los ángeles, y que sin embargo en su modestia y en su sencillez se afanan por pasar inadvertidos, porque lo que cuenta es la misión, y quien debe verse es Cristo, Dios con nosotros.

Son los que a tantos cautivos de toda opresión constantemente están enviando señales precisas de auxilio, heroínas de la solidaridad, héroes de la compasión, sin los cuales esta vida carecería sentido y de sabor.
Se saben mínimos y quebradizos, conocen que nadie es imprescindible, y sin embargo son importantísimos. Pasan por la existencia inadvertidamente, y se retiran en silencio, satisfechos y felices a los brazos de Aquél que los espera siempre, porque han hecho lo que debían, y no buscan premios ni recompensas pues bien cumplidos están. Nada más ni nada menos son felices por anteponer la necesidad del otro a cualquier interés personal, aún el más legítimo y básico.

Los necesitamos, y mucho, y es menester ser capaces de abrir los ojos para mirar y ver, porque siguen estando entre nosotros.
Pues aún hoy persistimos en nuestra incapacidad de oír y escuchar al otro y a Dios, y así nuestra vida deviene un monólogo absurdo e inentendible. Es preciso que el Maestro nos cure para recuperar el habla, Él mismo que es Palabra hecha uno de nosotros, Verbo encarnado, Dios con nosotros, Dios por nosotros, Dios en nosotros.

Paz y Bien



 


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