Rescate y socorro


Para el día de hoy (10/12/13):  
Evangelio según San Mateo 18, 12-14



(Muchos de los oyentes del Maestro entendían con notable claridad ciertos sentidos de las parábolas. Es que las mismas las elaboraba a partir de las vivencias cotidianas de las gentes del lugar, y sin dudas, es una capacidad que en parte hemos perdido y en parte hemos dejado de lado, la de dialogar con la mujer y el hombre de hoy desde las cosas que nos pasan a diario.

Así entonces, varios de esos oyentes eran pastores experimentados. Saben bien de la dura vida entre los cerros y quebradas palestinas, del frío nocturno y el calor agobiante durante el día, de pasar las noches en vela sin apriscos en donde refugiarse. Y sobre todo, son capaces de captar esa locura de poner en riesgo a todo el rebaño para ir al rescate de una oveja extraviada. Porque, y aunque duela, la razón indica que esa pequeña oveja perdida es una pérdida aceptable si como contrapeso está el resto de la manada.

Pero es un tiempo nuevo que es tiempo santo, de Dios encarnado, de Dios que se hace historia, se hace humanidad, se hace uno de nosotros. Ello mismo supone un puente que supera todos los abismos insalvables y una ilógica que sólo puede bosquejarse desde la ternura.

Astillas de la misma madera, las hijas y los hijos de Dios estamos interpelados e invitados a esa desmesura a los ojos del mundo que implica el rescate y el socorro de los que se han perdido, especialmente si ellos son los más pequeños, los que nadie escucha, los que no pueden defenderse y están abandonados a su suerte. Aún si eso entraña cierto peligro para los demás. Todos los riesgos son válidos, necesarios y santos cuando la comunidad considera a cada uno de los suyos como único e irrepetible, como invitado principal a la mesa grande del Reino.

Porque la mirada de Dios -que aún no es la nuestra- sólo encuentra hijas e hijos, jamás enemigos, pecadores o ajenos. Dios se desvive por todos porque ama, porque rescate y servicio son tan asombrosamente escandalosos como ese mismo Dios que nace pobre, al amparo sólo de su Madre, en una nocturna cueva de animales)

Paz y Bien

1 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Quizás sea eso lo que falta, hablar desde la realidad y desde la vida, porque de otras cosas, aun entendiéndolas, no nos tocan ni nos interesa.

Importa la felicidad, la eternidad, la salvación, y se teme el miedo, la pérdida, la muerte. Posiblemente sea ese el camino de la nueva forma de evangelizar. Hablar y vivir al estilo de Jesús.

Un fuerte abrazo en Xto. Jesús y nos vemos en la Eucaristía.

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